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Mayo 19, 2020

Manejo de emociones vs. violencia intrafamiliar

Manejo de emociones vs. violencia intrafamiliar
En un escenario como el actual, es necesario promover el adecuado manejo de las emociones y las relaciones basadas en la colaboración.
Manejo de emociones vs. violencia intrafamiliar
La llegada repentina del COVID-19, junto con la necesidad de adoptar nuevas y estrictas medidas para disminuir y evitar su propagación, ha generado que en la mayoría de los hogares, todos sus integrantes deban cambiar abruptamente su vida cotidiana.
 
Esa vida diaria compuesta por una infinidad de pequeños detalles, muchas veces invisibles pero estructurales, a través de los cuales construimos los acuerdos para desarrollar nuestros hábitos, costumbres, rutinas, responsabilidades, obligaciones, momentos de ocio, recreación y esparcimiento, que ahora se ven afectados.
 
A esto le sumamos el temor y la ansiedad por los riesgos de contagio de la enfermedad que crean un ambiente que puede ser agobiante que, a su vez, puede generar emociones difíciles de sobrellevar, las cuales algunas veces se manifiestan en forma de alarma y preocupación por la salud propia y la de los seres queridos así como en cambios en los patrones de sueño y alimentación, dificultad para dormir y concentrarse, deterioro físico o cognitivo y mayor consumo de alcohol, tabaco o drogas.
 
Finalmente, a este coctel se le agregan las sobrecargas que pueden tener algunas personas de la familia que pueden ser el detonante de discusiones e incluso agresiones físicas; sobrecargas asociadas a los cuidados del hogar el cual coincide con las actividades laborales, de estudio, juego, entrenamiento y ocio y a las preocupaciones económicas e incertidumbres sobre el futuro.
 
En este escenario de emociones, complementado por las inequidades en la asignación de tareas del hogar que se aviva en el marco del confinamiento preventivo, termina surgiendo la violencia intrafamiliar; más aún cuando en buena parte de los hogares, todos los integrantes de la familia permanecen y coexisten en un mismo espacio, no han recibido una educación emocional y poco se han valorado las capacidades de concertación y negociación al interior de las familias.
 
Entonces, ¿cómo se puede abordar la situación?
 
Lo primero que debemos hacer es propiciar una reflexión sobre nuestra propia familia. Muchas de las prácticas de la vida diaria pueden hacer invisible el riesgo que se oculta para las relaciones en el hogar e impedirnos ver las capacidades que tenemos como familia para afrontarlos.
 
Debemos tener presente que, al momento de propiciar estas conversaciones, es fundamental no juzgar las emociones que esté viviendo cada uno de los integrantes de tu familia y evitar calificarlas como buenas o malas. Esto evitará que terminen ocultándolas.
 
En estos momentos de conversación, tanto los niños, niñas y adolescentes como los adultos tienen sus emociones en juego. Por eso, su expresión les permite a las personas empezar a trabajar en ellas.
 
Para iniciar, debemos escucharnos (eso ya hace parte de lo que pueden hacer), después debemos preguntarnos ¿cómo podemos apoyarnos o ayudarnos al respecto? Ahí esta el principio del cuidado.
 
Es importante saber que, difícilmente, podemos elegir sentir o no una emoción, ya que estas surgen de manera reactiva ante las situaciones. Manejarlas no significa dejar de sentirlas y reconocerlas traen consigo un aprendizaje propio y un conocimiento sobre los demás.
 
En este escenario, al conversar sobre las emociones y escuchar con atención y respeto, se activan las capacidades individuales y familiares para sortear los momentos complejos que en la actualidad se atraviesan.
 
La vida familiar trae consigo una constante de retos a ser abordados, hoy tenemos este que se hace evidente para muchas familias en el mundo. Abordarlo a partir de mejorar el manejo que tenemos de nuestras emociones nos permitirá adquirir habilidades para enfrentarnos a otros retos que, por supuesto, llegarán y para los cuales estaremos mejor preparados.
 
Otra forma de apoyar el bienestar y la armonía en la familia está en equilibrar las cargas que en este momento se están generando al interior del hogar debido al incremento de los tiempos de permanencia de todos en casa.
 
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Podemos proponer conversaciones alrededor de esta situación y considerar la posibilidad de turnarnos las responsabilidades semana tras semana. Hacerlo no solo descargará a la persona o personas que se encuentren sobrecargadas, también permitirá a otros integrantes de la familia a desarrollar habilidades y competencias que no habían considerado antes.
 
Finalmente, esta no es una receta mágica, que aplicamos una vez y ya basta para solucionar los conflictos que surgen en este momento. Debemos mantener estas prácticas de manera constante en la familia.
 
Es importante fijar objetivos y expectativas realistas, considerar los límites propios e involúcrarse de manera colaborativa en el cuidado de todos y cada uno de los miembros de la familia; favorecer el reconocimiento de las aspiraciones de los otros y propiciar la buena práctica de pedir y aceptar ayuda.
 
Y si la violencia aparece, ¿qué puedes hacer?
 
Busca ayuda. Lo primero que tienes que hacer es buscar la seguridad de tu integridad y de los miembros de tu familia que están siendo afectados por la violencia. Las comisarías de familia están prontas a asistir las situaciones que se pueden presentar y si en estos casos se encuentra involucrado un menor de edad, ten en cuenta que será responsabilidad del ICBF actuar al respecto.
 
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Los programas de atención y los grupos de profesionales están para apoyarte y buscar que se supere la situación que se presenta. Existen opciones en las diferentes ciudades a las que puedes recurrir, infórmate sobre ellas y ten siempre a la mano los números de contacto o datos de los lugares a los que puedes ir.
 
También puedes apoyarte en tu red familiar extensa, en fin … recuerde nunca abordar la situación en solitario, activa las redes que tengas a disposición y recuerda que actuar de manera preventiva puede evitar que tenga que llegar hasta este punto.