La violencia es entendida como toda acción, omisión, abuso, uso de la fuerza o del poder que se expresa a través de la violencia física, psicológica, sexual y la negligencia, así como a través de las amenazas que se pueden presentar en distintos ámbitos; produce daño y afecta la integridad personal y el desarrollo integral.
El daño que causa la violencia va mucho más allá del daño físico, provoca depresión, ansiedad y otros trastornos de salud mental. A menudo las víctimas tratan de hacer frente a sus experiencias traumáticas adoptando comportamientos de riesgo, como consumir tabaco, alcohol y drogas, así como con prácticas sexuales de riesgo. En ese sentido, la violencia puede también provocar una muerte temprana o mala salud durante toda la vida.

La afectación que causa la violencia es mayor en los niños, niñas y adolescentes, que, en población mayor de edad, pues no se refiere a los daños físicos, sexuales y psicológicos, sino también al potencial daño en el desarrollo integral y la construcción de la identidad del niño, niña o adolescente.

La afectación de la violencia puede estar relacionado con 6 aspectos fundamentales como son:

• Tipo de daño: pueden ser físicos, psicológicos y sexuales.

• Frecuencia: se refiere a las repeticiones de los hechos de violencia; aunque sea un solo hecho, este será considerado como un hecho de violencia.

• Intensidad: se refiere al nivel de daño o lesión que causan los hechos de la violencia en la salud física y mental de los niños, niñas y adolescentes.

• Periodo evolutivo: tiene que ver con si los hechos de violencia han sido en la primera infancia, infancia y adolescencia. Vínculo afectivo con la persona agresora: El vínculo establecido con la persona agresora, podrá ser una variable importante a la hora de superar los hechos de violencia, en especial si existen vínculos afectivos fuertes con el niño, niña o adolescente.

• Vulnerabilidad especial: cuando los hechos de violencia ocurren en niños, niñas y adolescentes con vulnerabilidad especial tales como situación de discapacidad, con enfermedad física o psicológica grave o crónica; o cuando los niños, niñas y adolescentes se enfrentan a procesos migratorios, desplazamiento forzado, o pérdida de algún ser querido.

La violencia es previsible y prevenible

La violencia sí se puede prevenir. La violencia contra los niños, niñas y adolescentes ha estado influenciada por la concepción y el trato que culturalmente se le ha dado a la infancia y la adolescencia, y a la naturalización de prácticas violentas como formas de educación y crianza validadas y aceptadas en la sociedad.
 
Con la doctrina de la Protección Integral y el reconocimiento de los niños, niñas y adolescentes como sujetos de derechos, se ha venido reconociendo, cada vez más, la violencia contra la infancia y la adolescencia como una vulneración a los derechos consagrados en el marco normativo internacional y nacional.
 
Las consecuencias de la violencia contra los niños, niñas y adolescentes son múltiples y variadas. Según el Informe Mundial sobre la Violencia contra los Niños, Niñas y Adolescentes de Naciones Unidas, entre las consecuencias a nivel físico se puede evidenciar afectaciones del sistema fisiológico, afectaciones del sistema nervioso central, entre otras.
 
Respecto a las afectaciones a nivel psicológico, encontramos niños, niñas y adolescentes con mayor probabilidad de estar involucrados en el abuso de alcohol y otras drogas, disminución de la capacidad cognitiva, comportamientos delictivos, violentos y de otros tipos que implican riesgos, depresión y ansiedad, incapacidad para relacionarse, entre otras.
 
Por último, entre las consecuencias de salud a largo plazo encontramos mayor posibilidad a desarrollar cáncer, enfermedad pulmonar crónica, síndrome de colon irritable, cardiopatía isquémica, enfermedad hepática, entre otros.