Las ideas acerca de las familias son múltiples, desde las que se conformaban por todas las personas que hacían parte de un feudo y que trabajaban al servicio de un señor feudal quien, en contraprestación, los protegía, hasta aquellas concebidas desde las creencias religiosas en las que la familia solo está conformada por madre, padre, hijos e hijas y en las que, en algunas ocasiones, los hijos e hijas son los únicos hacia quienes se dirigen los cuidados y las responsabilidades familiares.
Estas ideas han cambiado hasta llegar al concepto de familia que está basado en la convivencia, independientemente del parentesco de consanguinidad, y en el que la solidaridad, el amor y la protección se vuelven los elementos que le dan sentido y la cohesionan entre las personas de diferentes generaciones.
Gran parte de la diversidad de las formas familiares que actualmente son reconocidas y protegidas por las leyes colombianas, y que para muchos son ‘nuevas formas de organización familiar’, han existido por siglos como fruto de la voluntad y la decisión de las personas por agruparse.
La idea de la familia basada en la convivencia
El cambio hacia la idea de la familia basada en la convivencia, reflejado en las leyes y la realidad de nuestra sociedad, nos invita a reconocerlas y entender la importancia de comprometernos con un modelo democrático de las relaciones, la distribución de responsabilidades y la toma de decisiones familiares; de esta manera, fortalecer la riqueza individual y colectiva de nuestra sociedad pluriétnica, multicultural y diversa, reconocida por la Constitución Nacional.
Es cierto que una familia saludable proporciona bienestar a los individuos que la integran, a la vez que es igualmente cierto que cada persona debe ser responsable de cuidar el entorno familiar a medida que construye su propio proyecto de vida.
Esta idea de la familia basada en la convivencia está acompañada por transformaciones importantes que se vienen presentando en la sociedad como que el espacio laboral dejó de ser exclusivo para los hombres y existe una progresiva y mayor demanda del mercado laboral para las mujeres y jóvenes; así mismo, se ha hecho necesaria la reasignación de las tareas del hogar entre todos los integrantes de la familia; realidades que exigen formas de organización familiar dinámicas y flexibles, que abren paso a un modelo solidario de interacción familiar y en el que sus integrantes actúan de manera comprometida para ser equipos cada vez más eficientes.
Se vuelve obsoleta entonces la asignación de tareas según los roles sociales tradicionales y surge la necesidad de asumir las responsabilidades a partir del equilibrio de las cargas entre los diferentes integrantes, abriéndose paso la negociación y la participación en la toma de decisiones de forma conjunta; una nueva dinámica en la que son fundamentales las cercanías y vínculos que se construyen en el parentesco, físicas o afectivas.
Para responder a estos nuevos retos sociales de las familias, es necesario comprenderlas como un todo dinámico, en el que sus relaciones se determinan y a su vez influyen con todas las personas que la conforman, desde la diversidad individual de cada una.
La autonomía no es individualismo y la colectividad no niega la individualidad
Para reconocer y asumir estas nuevas dinámicas familiares, es importante que cada uno de nosotros se observe a sí mismo, la forma cómo interactuamos en las relaciones familiares, reconocer nuestros sentimientos y la manera en que participamos, que incidimos en los conflictos, cómo asumimos las responsabilidades familiares y aportamos a la construcción de la solidaridad; estos procesos de reconocimiento personal generan beneficios individuales que se reflejan en las relaciones con todos los integrantes de la familia.
Así mismo, es clave propiciar espacios para conversar, de manera constructiva, sobre las observaciones que cada uno hace de sí mismo y que, a su vez, permitan construir relaciones de apoyo, afecto, solidaridad y protección entre las diferentes personas que integran la familia.
Los procesos que parten de la autoobservación desarrollan nuestra capacidad de atención y de autoregulación emocional, nos permiten entender los conflictos como espacios de aprendizaje, aprovechar las experiencias como oportunidades de crecimiento y reconocer que la vida no solo tiene vivencias confortables y que aquellas que consideramos desagradables pueden generar “aprendizajes agradables” a mediano plazo.
Hoy por hoy nos encontramos con posturas marcadas por el individualismo y por el derecho a no cuidar, que le exigen al Estado asumir la responsabilidad del cuidado de los suyos, que no considera como propios; posturas que nos invitan a pensar si esta es la sociedad que deseamos construir y en la que deseamos vivir.
La familia continúa actuando como la mediadora entre los individuos y la sociedad. Si deseamos una familia cuidadora y solidaria, debemos involucrar en las dinámicas de cuidado familiar a cada una de las personas que la conformamos. La solidaridad, el afecto y la protección no son aprendizajes que se adquieren en la lectura, se adquieren en la vivencia y la práctica cotidiana.
La autonomía no es individualismo y la colectividad no es la negación de los derechos individuales. La armonización del individuo, la familia y la sociedad nos permitirá construir una mejor versión de nosotros mismos.
Estas ideas han cambiado hasta llegar al concepto de familia que está basado en la convivencia, independientemente del parentesco de consanguinidad, y en el que la solidaridad, el amor y la protección se vuelven los elementos que le dan sentido y la cohesionan entre las personas de diferentes generaciones.
Gran parte de la diversidad de las formas familiares que actualmente son reconocidas y protegidas por las leyes colombianas, y que para muchos son ‘nuevas formas de organización familiar’, han existido por siglos como fruto de la voluntad y la decisión de las personas por agruparse.
La idea de la familia basada en la convivencia
El cambio hacia la idea de la familia basada en la convivencia, reflejado en las leyes y la realidad de nuestra sociedad, nos invita a reconocerlas y entender la importancia de comprometernos con un modelo democrático de las relaciones, la distribución de responsabilidades y la toma de decisiones familiares; de esta manera, fortalecer la riqueza individual y colectiva de nuestra sociedad pluriétnica, multicultural y diversa, reconocida por la Constitución Nacional.
Es cierto que una familia saludable proporciona bienestar a los individuos que la integran, a la vez que es igualmente cierto que cada persona debe ser responsable de cuidar el entorno familiar a medida que construye su propio proyecto de vida.
Esta idea de la familia basada en la convivencia está acompañada por transformaciones importantes que se vienen presentando en la sociedad como que el espacio laboral dejó de ser exclusivo para los hombres y existe una progresiva y mayor demanda del mercado laboral para las mujeres y jóvenes; así mismo, se ha hecho necesaria la reasignación de las tareas del hogar entre todos los integrantes de la familia; realidades que exigen formas de organización familiar dinámicas y flexibles, que abren paso a un modelo solidario de interacción familiar y en el que sus integrantes actúan de manera comprometida para ser equipos cada vez más eficientes.
Se vuelve obsoleta entonces la asignación de tareas según los roles sociales tradicionales y surge la necesidad de asumir las responsabilidades a partir del equilibrio de las cargas entre los diferentes integrantes, abriéndose paso la negociación y la participación en la toma de decisiones de forma conjunta; una nueva dinámica en la que son fundamentales las cercanías y vínculos que se construyen en el parentesco, físicas o afectivas.
Para responder a estos nuevos retos sociales de las familias, es necesario comprenderlas como un todo dinámico, en el que sus relaciones se determinan y a su vez influyen con todas las personas que la conforman, desde la diversidad individual de cada una.
La autonomía no es individualismo y la colectividad no niega la individualidad
Para reconocer y asumir estas nuevas dinámicas familiares, es importante que cada uno de nosotros se observe a sí mismo, la forma cómo interactuamos en las relaciones familiares, reconocer nuestros sentimientos y la manera en que participamos, que incidimos en los conflictos, cómo asumimos las responsabilidades familiares y aportamos a la construcción de la solidaridad; estos procesos de reconocimiento personal generan beneficios individuales que se reflejan en las relaciones con todos los integrantes de la familia.
Así mismo, es clave propiciar espacios para conversar, de manera constructiva, sobre las observaciones que cada uno hace de sí mismo y que, a su vez, permitan construir relaciones de apoyo, afecto, solidaridad y protección entre las diferentes personas que integran la familia.
Los procesos que parten de la autoobservación desarrollan nuestra capacidad de atención y de autoregulación emocional, nos permiten entender los conflictos como espacios de aprendizaje, aprovechar las experiencias como oportunidades de crecimiento y reconocer que la vida no solo tiene vivencias confortables y que aquellas que consideramos desagradables pueden generar “aprendizajes agradables” a mediano plazo.
Hoy por hoy nos encontramos con posturas marcadas por el individualismo y por el derecho a no cuidar, que le exigen al Estado asumir la responsabilidad del cuidado de los suyos, que no considera como propios; posturas que nos invitan a pensar si esta es la sociedad que deseamos construir y en la que deseamos vivir.
La familia continúa actuando como la mediadora entre los individuos y la sociedad. Si deseamos una familia cuidadora y solidaria, debemos involucrar en las dinámicas de cuidado familiar a cada una de las personas que la conformamos. La solidaridad, el afecto y la protección no son aprendizajes que se adquieren en la lectura, se adquieren en la vivencia y la práctica cotidiana.
La autonomía no es individualismo y la colectividad no es la negación de los derechos individuales. La armonización del individuo, la familia y la sociedad nos permitirá construir una mejor versión de nosotros mismos.



















