Uno de esos días, tres niños Luna, Yadi y Tomás iban para su colegio en su ruta pintada de colores y pudieron ver por la ventana que había otros tres niños casi de su misma edad, que estaban en un lugar oscuro de la ciudad. Eran Brayan, Justin y Dulce.
Brayan, Justin y Dulce se veían muy tristes, delgados, con un color de piel opaco y sus rostros se veían quemados. Luna, Yadi y Tomás quedaron muy sorprendidos al ver estos tres niños, que estaban en un semáforo vendiendo cosas y esperando que el semáforo estuviera en rojo para acercarse a las ventanas de los carros y esperar que se abrieran sus ventanas para ofrecer bolsas de basura, dulces y limpiar los vidrios de los carros. Muchas veces, las ventanas de los carros no se abrían.
Luna, Yadi y Tomás, pasaban de ida y regreso en su ruta de colores, viendo desde muy temprano hasta la tarde a Brayan, Justin y Dulce. Algunas veces los veían jugando, pero esa actividad no duraba mucho: cuando el semáforo estaba en verde jugaban, pero cuando el semáforo pasaba a rojo sus caras tristes regresaban, eran caras de preocupación y de angustia, porque muchas veces no vendían nada.
Luna se dio cuenta que cada uno de los tres niños, vendía o hacía una cosa diferente. Brayan, de 8 años, vendía bolsas; Dulce, de 7, vendía colombinas; y Justin, de 10, limpiaba los vidrios de los carros; esta realidad y las caras de tristezas de estos niños llevó a que Yadi, Tomás y Luna preguntaran en su colegio y en sus casas qué era lo que pasaba con estos niños que ellos veían a diario en el semáforo.
Les explicaron que Brayan, Justin y Dulce estaban realizando trabajo infantil y se enteraron de cómo podían ayudarlos. Comprendieron el porqué los niños del semáforo estaban siempre sin luz, pues había una sombra temible que los perseguía y devoraba sus sueños, sus sonrisas y su alegría.
El trabajo infantil no es un cuento
El plan de Luna, Yadi y Tomás fue llamar, con la ayuda de sus padres y madres, a la Línea 141 del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y mencionar dónde estaban Brayan, Justin y Dulce. Contaron que estaban solos muchas veces, sin nadie que los protegiera y les diera alimentos; además dijeron que eran niños muy tristes. Así, rápidamente luego de la denuncia que hicieron Luna, Yadi y Tomás, profesionales del ICBF llegaron para mirar cómo estaban Dulce, Brayan y Justin, y verificar cuáles derechos habían sido vulnerados por la gran sombra del trabajo infantil.
Finalmente, los profesionales con amor, comprensión y protección, lograron que Brayan, Justin y Dulce, junto a sus familias, hicieran parte de un lugar donde podrían jugar, divertirse, sonreír, aprender, leer cuentos y no tener que ir a trabajar.
Los niños que antes estaban en la sombra fueron conociendo sus derechos como un gran escudo y conocieron todas las maravillosas cosas que podían hacer como dibujar, hacer deporte, cantar y danzar. Así, poco a poco, fueron recuperando sus sueños.
Luna, Yadi y Tomás, fueron muy felices de saber que Brayan, Justin y Dulce no estaban atrapados por la gran sombra del trabajo infantil. Se dijeron que cada vez que vieran a una niña o niño atrapado por esta sombra en los lugares oscuros de Ciudad Sueño, ya sabrían que hacer.
Y tú, ¿qué quieres hacer para qué en Ciudad Sueño no exista más la sombra del trabajo infantil?
Brayan, Justin y Dulce se veían muy tristes, delgados, con un color de piel opaco y sus rostros se veían quemados. Luna, Yadi y Tomás quedaron muy sorprendidos al ver estos tres niños, que estaban en un semáforo vendiendo cosas y esperando que el semáforo estuviera en rojo para acercarse a las ventanas de los carros y esperar que se abrieran sus ventanas para ofrecer bolsas de basura, dulces y limpiar los vidrios de los carros. Muchas veces, las ventanas de los carros no se abrían.
Luna, Yadi y Tomás, pasaban de ida y regreso en su ruta de colores, viendo desde muy temprano hasta la tarde a Brayan, Justin y Dulce. Algunas veces los veían jugando, pero esa actividad no duraba mucho: cuando el semáforo estaba en verde jugaban, pero cuando el semáforo pasaba a rojo sus caras tristes regresaban, eran caras de preocupación y de angustia, porque muchas veces no vendían nada.
Luna se dio cuenta que cada uno de los tres niños, vendía o hacía una cosa diferente. Brayan, de 8 años, vendía bolsas; Dulce, de 7, vendía colombinas; y Justin, de 10, limpiaba los vidrios de los carros; esta realidad y las caras de tristezas de estos niños llevó a que Yadi, Tomás y Luna preguntaran en su colegio y en sus casas qué era lo que pasaba con estos niños que ellos veían a diario en el semáforo.
Les explicaron que Brayan, Justin y Dulce estaban realizando trabajo infantil y se enteraron de cómo podían ayudarlos. Comprendieron el porqué los niños del semáforo estaban siempre sin luz, pues había una sombra temible que los perseguía y devoraba sus sueños, sus sonrisas y su alegría.
El trabajo infantil no es un cuento
El plan de Luna, Yadi y Tomás fue llamar, con la ayuda de sus padres y madres, a la Línea 141 del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y mencionar dónde estaban Brayan, Justin y Dulce. Contaron que estaban solos muchas veces, sin nadie que los protegiera y les diera alimentos; además dijeron que eran niños muy tristes. Así, rápidamente luego de la denuncia que hicieron Luna, Yadi y Tomás, profesionales del ICBF llegaron para mirar cómo estaban Dulce, Brayan y Justin, y verificar cuáles derechos habían sido vulnerados por la gran sombra del trabajo infantil.
Finalmente, los profesionales con amor, comprensión y protección, lograron que Brayan, Justin y Dulce, junto a sus familias, hicieran parte de un lugar donde podrían jugar, divertirse, sonreír, aprender, leer cuentos y no tener que ir a trabajar.
Los niños que antes estaban en la sombra fueron conociendo sus derechos como un gran escudo y conocieron todas las maravillosas cosas que podían hacer como dibujar, hacer deporte, cantar y danzar. Así, poco a poco, fueron recuperando sus sueños.
Luna, Yadi y Tomás, fueron muy felices de saber que Brayan, Justin y Dulce no estaban atrapados por la gran sombra del trabajo infantil. Se dijeron que cada vez que vieran a una niña o niño atrapado por esta sombra en los lugares oscuros de Ciudad Sueño, ya sabrían que hacer.
Y tú, ¿qué quieres hacer para qué en Ciudad Sueño no exista más la sombra del trabajo infantil?



















