Acompañar el desarrollo de la autonomía de nuestros hijos e hijas se convierte en un reto que debemos afrontar, teniendo presente la obligación de protegerlos y, en consecuencia, nuestra responsabilidad de apoyarlos en su desarrollo y bienestar. Por esto, te compartimos algunas orientaciones para impulsar su autonomía de manera responsable.
Pareciera que estas dos responsabilidades, la de fomentar la autonomía de nuestros hijos e hijas y la de protección y cuidado, riñeran entre sí, pues la búsqueda de que nada les pase puede terminar, justamente, en eso, en que nada les pase… nada malo ni nada bueno.
 
Sabemos que la autonomía que incentivemos en los niños se reflejará en mayores niveles de responsabilidad durante su vida adulta, pues el equilibrio en estos aspectos no solo se construye a partir de la percepción de sí mismos, sino que se elabora con la participación de quienes se encuentran a su alrededor.
 
Entonces, ¿qué va primero?, ¿la responsabilidad o la autonomía? Acá nos encontramos el dilema del huevo y la gallina, por esto es importante no solo embarcarnos a entender estos dos términos, sino poder observarlos de manera integral, apartarnos de la aparente sin salida y buscar siempre su interpretación en la lógica relacional que establecemos con nuestros hijos e hijas
 
Y allí no se enfrenta la responsabilidad que nuestros hijos nos demuestren para que nosotros, en reciprocidad, le brindemos autonomía; allí se enfrenta nuestro sentido de la responsabilidad unido, por supuesto, con todos nuestros miedos, con la autonomía que brindamos a nuestros hijos, asociada con todos los posibles escenarios de aprendizaje para ellos.
 
Y si bien se ha llegado a establecer que el desarrollo de la autonomía personal es un objetivo prioritario en la educación de los niños y niñas, también nos encontramos con el mandato cultural de mantener todo bajo control, aspecto que debemos tener en cuenta como padres durante el proceso de formación de nuestros hijos e hijas.
 
La danza de la autonomía y la responsabilidad
 
Nos encontramos en esta danza en donde la autonomía y la responsabilidad pueden generar un maravilloso acuerdo, al moverse de manera acompasada o, en caso contrario, generar ciertas dificultades; ¿cómo podemos brindar autonomía si no promovemos la responsabilidad?, ¿cómo podemos desarrollar la responsabilidad si no es en escenarios autónomos que nos permitan ejercitarla?
 
Y es que la autonomía no tiene que ver con el listado de cosas que debe hacer un niño o niña de acuerdo a su edad, mucho menos la responsabilidad. Las dos hacen parte de la relación que se desarrolla consigo mismo y con los demás; en este sentido, acompañar el desarrollo de su autonomía implica ampliar nuestro sentido de la responsabilidad, nuestro sentido de confianza y la dinámica de educar a través del acompañar.
 
Así, construimos un sentido de autonomía que va más allá de la realización de algunas tareas y actividades propias de los niños y niñas de su edad y de su entorno sociocultural; forjamos la autonomía bajo la idea de construir el, tan ansiado, sentido común y la capacidad de cuestionarse a partir de la experiencia que se traduce en responsabilidad.
 
El desarrollo de la autonomía favorece los procesos de concentración, la seguridad en sí mismo, el reconocimiento de la satisfacción por el logro propio, la construcción de criterio, el razonamiento lógico, entre otros múltiples factores del desarrollo de niños y niñas; es por esto que debe promoverse la autonomía desde los primeros años de vida: sus cimientos serán el fundamento para la adolescencia y la edad adulta, por lo que también se la considera como factor protector frente a los riesgos de esas etapas.
 
¿Cómo promover la autonomía?
 
Permite que tus hijos e hijas realicen las acciones que manifiesten querer hacer solos e incentiva la exploración de aquellas en las que presentan alguna dificultad. Un parámetro a tener en cuenta es seguir lo que hacen otros niños y niñas de su edad; sin embargo, ten presente que el desarrollo responde a las situaciones particulares de cada uno.
 
El límite será aquello que represente peligro, que siempre debe ser conversado para construir maneras de afrontarlo. Aquí, no olvides, que es fundamental conversar sobre el peligro en lugar de omitirlo.
 
Estimula el autocuidado. Una de las mejores formas para proteger a tus hijos e hijas es enseñarles pautas para que cuiden de sí mismos; la higiene es uno de los aspectos fundamentales, pero también lo son otras como la alimentación y las relaciones con los otros.
 
En el acompañamiento a tus hijos e hijas en su proceso de formación es importante que les brindes alternativas para que elijan y planteen sus propias alternativas, esto permitirá fortalecer la toma de desiciones y asumir las responsabilidades sobre las mismas.
 
Permite que asuman retos, construye con ellos otros que les permitan enfrentarse a situaciones de dificultad creciente, valora el esfuerzo que realicen para desarrollarlos y acompaña sus iniciativas; es importante que estés allí para apoyarlos y levantarlos de los fracasos, tanto física como emocionalmente. Así nos duela, igual o más que a ellos, es importante aprender de las caídas.
 
Respeta su privacidad y fortalece su relación de confianza. Promueve que busquen diferentes fuentes para resolver sus preguntas y evita que seas siempre tú la única fuente de información o de solución a sus problemas; en este sentido, es importante construir y robustecer la red familiar en estos aspectos, así como acompañar el desarrollo del pensamiento crítico siempre.
 
Recuerda que los niños y las niñas requieren avanzar paso a paso, con la seguridad de que después podrán brincar algunos pasos; sin embargo, el proceso se construye en la cotidianidad, con la paciencia, constancia y presencia. El juego es una excelente herramienta en este proceso.
 
En este proceso te darás cuenta de que no solo estarás acompañando el desarrollo de su autonomía, sino que fortalecerás tu propio desarrollo como padre o madre al mismo tiempo, dimensión que se llenará de aprendizajes en esta relación amorosa. Así, entre todos construirán una mejor versión de sí mismos y como familia.