El juego no es una pérdida de tiempo, es un asunto muy serio y formativo
Jugar jamás será una pérdida de tiempo. Cuando los niños juegan no hacen algo improductivo. No molestan y mucho menos dejan de destinar espacio para su formación. Todo lo contrario.
“Los adultos tenemos que entender que cuando un niño está jugando no está molestando. Los invitamos a utilizar otras palabras. Los niños curiosean y cuando lo hacen generan la apertura de su sistema nervioso, que les permite fortalecer todas sus capacidades, los ayuda a relacionarse con los otros. En términos actuales, les permite ser buenos ciudadanos”.

El psicólogo Emilio Espejo, asesor de la Corporación Juego y Niñez -organización que lleva 20 años promoviendo en Colombia el juego como un derecho, como un factor de desarrollo humano- les ha dicho esto a pedagogos, padres y madres de familia, al igual que a abuelos y demás cuidadores.

Como otros profesionales estudiosos del efecto del juego en los seres humanos, asegura que jugar es la mejor inversión de tiempo que pueden hacer niñas y niños porque aporta a la maduración de su cerebro y al desarrollo motriz, físico, emocional y ético.

Precisamente, eso fue lo que encontraron profesionales de la Universidad Nacional de Colombia, quienes hicieron seguimiento durante cuatro años a un grupo de niñas y niños de seis municipios de Colombia que asistían a ludotecas (espacios para jugar en familia) y a uno que no asistía en esos mismos lugares. Los primeros mostraron mayores habilidades en el plano social, emocional y creativo.

En resumen, la investigación mostró que el haber jugado en las ludotecas les permitió a niñas y niños ser empáticos, lo que significa tener la capacidad de ponerse en el lugar del otro, sentir el dolor ajeno, entender el escenario del otro. De igual forma, los enseñó a relacionarse mejor, controlar y saber expresar sentimientos, manejar conflictos, seguir reglas y autorregularse.

“Estos hallazgos señalan la importancia de las ludotecas para el desarrollo de competencias, especialmente aquellas relacionadas con las competencias ciudadanas y emocionales”, señala el libro que contiene los resultados y el desarrollo de la investigación, el cual fue titulado El juego un asunto serio en la formación de los niños y las niñas.
 
 
Crianza amorosa

Parte del éxito de la crianza está en tener al juego como un invitado todo el tiempo. No solo en el cuarto de los niños, también en la sala, el comedor, el estudio. Todos los espacios en los que adultos y niños se encuentran.

“¿Por qué desde el juego? Porque el juego en familia es un recurso único para fortalecer una crianza amorosa, una crianza centrada en el respeto y el afecto, explica la psicóloga María Consuelo Jáuregui.

Para la especialista, “cuando jugamos fluye una energía vital que transforma nuestra relación con el mundo, los objetos y las personas. A través de la fantasía hacemos posible la construcción de mundos imaginarios en los que podemos transitar con los que amamos. Con el juego aprendemos y enseñamos con afecto”, señala.

Es fundamental además que ese juego no sea impuesto. Debe ser concertado con los niños porque ellos tienen voz y voto y son los que más conocen ese mundo, que es su mundo.

En ese sentido, debe abrirse espacio para la imaginación y la creatividad. Como lo dicen los sicólogos, para el juego en libertad. Ese en que se les permite a los niños crear mundos posibles, alternativas de realidad distinta.

Allí ellos tienen la posibilidad de ser astronautas, creadores de vacunas imposibles de lograr, donde las aves nadan y los peces vuelan. Seguro que esa habilidad la mantendrán cuando sean adultos y serán los científicos o artistas que crearán algo que nadie más imaginó.

Lo único que no debe estar permitido entre niñas y niños debe ser los juegos que denigran de otros, que perpetúan la inferioridad de mujeres frente a los hombres o que mantienen la idea de que unos juegos son para niñas y otros para niños.

“El juego se vive, no se lo cuentan a uno, por eso la recomendación para los papás es que jueguen y que piensen que el juego no es solo transformador para los niños, también lo es para los adultos”, puntualiza el psicólogo Marlon Darío Pachón.