La cuarentena es una oportunidad para poner en práctica el cuidado y crianza colaborativa, vinculando toda la familia en labores del hogar.
Cada vez es mas frecuente observar a hombres cargando bebés e interactuando con niños de diferentes edades, haciéndolos reír, consolándolos y cambiando pañales. El discurso sobre el interés masculino por los cuidados hacia niños y niñas pareciera abrirse paso.
Cuando hablamos de cuidado y crianza colaborativa, no solo referimos a la inclusión del padre en las actividades tradicionales que ejerce la madre, buscamos ampliar la mirada a lo que suele ocurrir en la familia como extensión del hogar mismo.
Generalmente nos encontramos con que son los grupos de las mujeres de la familia las que abordan con frecuencia estas actividades, para las cuales se forman incluso desde la primera infancia; los cuidados con las muñecas, los juegos y roles que les invitamos a asumir desde edades tempranas llevan a que de cierta manera puedan tener éxito en el futuro, pero… ¿qué pasa con lo niños?
Las creencias respecto de lo que consideramos masculino son la primera barrera para la inclusión de los hombres a las acciones de crianza y cuidado.
En la infancia y adolescencia promovemos en los niños dinámicas de interacción que favorecen la competitividad, privilegiamos el desarrollo y la fortaleza física, ¡la valentía! como referente de lo masculino. Criamos a partir de la comparación y distanciamos los quehaceres de las niñas de los de los niños.
Sin embargo y de manera paradójica, nos encontramos con una sociedad que pide un mayor involucramiento por parte de los hombres en la crianza y en el cuidado, abogando por hombres más comprometidos con la paternidad, más allá del juego y las obligaciones económicas; a la vez que deseamos adolescentes más involucrados en las dinámicas familiares y en el hogar.
Hoy, la permanencia en el hogar por el aislamiento preventivo genera momentos de confrontación y plantea el reto de la acomodación de los roles, de la renegociación para una adecuada convivencia, bienestar y armonía de todos y cada uno de los integrantes de la familia.
Hoy nos vemos en la necesidad de observar como funcionan las responsabilidades en el hogar, mas allá de los roles asignados a hombres y mujeres.
Esta situación nos lleva a pensar y replantear la manera en la que favorecemos o dificultamos la participación de cada uno de los integrantes de la familia en las dinámicas de cuidado y crianza.
Así mismo, nos impulsa a hacer nuevos acuerdos al respecto y respondernos a nosotros mismos sobre lo que queremos que ocurra en nuestro hogar, lo que deseamos que vivan nuestros hijos y el mundo que deseamos para su desarrollo.
Recordemos siempre que las mejores condiciones para nuestros hijos y para nosotros mismos, empiezan desde las pequeñas decisiones que guían nuestra vida diaria.
Recomendaciones para desarrollar la corresponsabilidad en el cuidado y la crianza
Teniendo claro que la responsabilidad se encuentra en los adultos, es importante precisar que todos en el hogar tenemos la capacidad de cuidar a los otros, por supuesto, considerando las capacidades individuales, las edades de cada uno de los integrantes y las dimensiones del lugar que habitamos. Por eso:
En este sentido siempre podrán hacer ajustes para asumir de mejor manera las responsabilidades, el bienestar y la armonía en la familia.
Cada vez es mas frecuente observar a hombres cargando bebés e interactuando con niños de diferentes edades, haciéndolos reír, consolándolos y cambiando pañales. El discurso sobre el interés masculino por los cuidados hacia niños y niñas pareciera abrirse paso.
Cuando hablamos de cuidado y crianza colaborativa, no solo referimos a la inclusión del padre en las actividades tradicionales que ejerce la madre, buscamos ampliar la mirada a lo que suele ocurrir en la familia como extensión del hogar mismo.
Generalmente nos encontramos con que son los grupos de las mujeres de la familia las que abordan con frecuencia estas actividades, para las cuales se forman incluso desde la primera infancia; los cuidados con las muñecas, los juegos y roles que les invitamos a asumir desde edades tempranas llevan a que de cierta manera puedan tener éxito en el futuro, pero… ¿qué pasa con lo niños?
Las creencias respecto de lo que consideramos masculino son la primera barrera para la inclusión de los hombres a las acciones de crianza y cuidado.
En la infancia y adolescencia promovemos en los niños dinámicas de interacción que favorecen la competitividad, privilegiamos el desarrollo y la fortaleza física, ¡la valentía! como referente de lo masculino. Criamos a partir de la comparación y distanciamos los quehaceres de las niñas de los de los niños.
Sin embargo y de manera paradójica, nos encontramos con una sociedad que pide un mayor involucramiento por parte de los hombres en la crianza y en el cuidado, abogando por hombres más comprometidos con la paternidad, más allá del juego y las obligaciones económicas; a la vez que deseamos adolescentes más involucrados en las dinámicas familiares y en el hogar.
Hoy, la permanencia en el hogar por el aislamiento preventivo genera momentos de confrontación y plantea el reto de la acomodación de los roles, de la renegociación para una adecuada convivencia, bienestar y armonía de todos y cada uno de los integrantes de la familia.
Hoy nos vemos en la necesidad de observar como funcionan las responsabilidades en el hogar, mas allá de los roles asignados a hombres y mujeres.
Esta situación nos lleva a pensar y replantear la manera en la que favorecemos o dificultamos la participación de cada uno de los integrantes de la familia en las dinámicas de cuidado y crianza.
Así mismo, nos impulsa a hacer nuevos acuerdos al respecto y respondernos a nosotros mismos sobre lo que queremos que ocurra en nuestro hogar, lo que deseamos que vivan nuestros hijos y el mundo que deseamos para su desarrollo.
Recordemos siempre que las mejores condiciones para nuestros hijos y para nosotros mismos, empiezan desde las pequeñas decisiones que guían nuestra vida diaria.
Recomendaciones para desarrollar la corresponsabilidad en el cuidado y la crianza
Teniendo claro que la responsabilidad se encuentra en los adultos, es importante precisar que todos en el hogar tenemos la capacidad de cuidar a los otros, por supuesto, considerando las capacidades individuales, las edades de cada uno de los integrantes y las dimensiones del lugar que habitamos. Por eso:
- Ten en cuenta la edad y las limitaciones que pueda tener cada uno de los integrantes de la familia; puede ser en una reunión de todas las personas en el hogar que les preguntes a cada uno ¿cómo pueden cuidar a los demás en este momento?, ¿cómo pueden construir normas en conjunto que ayuden al bienestar y armonía familiar? y ¿cómo pueden abordar las responsabilidades en este momento?
- Intenta que no se generen sobrecargas en ningún integrante de la familia. Recuérdales que todos sirven de soporte y acompañamiento emocional y merecen disfrutar de este momento de permanencia en el hogar, apoyándose mutuamente. Las labores no son una asignación de género y en estos momentos todos podemos aprender.
- Evita imponer las labores de cuidado y de aseo a tus hijos. En lugar de planearlo como una obligación anima a la corresponsabilidad y el disfrute del cuidado de los espacios compartidos con la participación de todos.
- Crea e invita a las demás personas de la familia a crear espacios de recreación, de esparcimiento y de disfrute en el hogar, esto permitirá fortalecer los vínculos entre ustedes y generar confianza.
- Cuando se presenten inconformidades respecto de las actitudes o comportamientos, exprésalas de manera amable, respetuosa y propositiva, piensa en los sentimientos de los otros y recuerda que actuar en las nuevas responsabilidades es un aprendizaje de todos.
En este sentido siempre podrán hacer ajustes para asumir de mejor manera las responsabilidades, el bienestar y la armonía en la familia.



















