Los tiempos han cambiado y la forma de criar a nuestras niñas y niños también. Atrás están quedando los estilos de crianza autoritarios basados en el temor hacia los adultos y donde los hijos eran considerados propiedad de sus padres y no tenían casi ninguna participación u opinión en las interacciones familiares.
A su vez los castigos están mandados a recoger pues la evidencia científica ha demostrado que no sirven y que, por el contrario, generan consecuencias negativas a largo plazo en diferentes esferas del desarrollo.
Pese a la tendencia hay quienes aún intentan replicar la forma en la que fueron criados por sus padres y abuelos justificando algunas prácticas de maltrato con expresiones como “a mí me dieron correa y no me traumaticé” o “más vale una nalgada para corregir a tiempo”.
Pero lo cierto, cómo lo expresa Liliana Orjuela, psicóloga clínica y referente técnica de prevención de violencia intrafamiliar del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), es que sí podemos aprender a ser mejores madres y padres y a relacionarnos mejor con niños, niñas y adolescentes.
Un primer paso es empezar a desarrollar la crianza positiva.
Ahí está la clave que les permite a los padres reforzar los vínculos afectivos con sus hijos pues este estilo de crianza los hace sentir partícipes, capaces, amados y valorados.
¿Cómo empezar entonces a aplicar este modelo en casa?
El primer paso, según Liliana Orjuela del ICBF, consiste en revisar tu historia personal y analizar cómo fuiste educado. Piensa, por ejemplo, cómo te sentías cuando tus papás te reprendían o te llamaban la atención, si utilizaban el castigo físico, si te gritaban y decían cosas que te lastimaban y qué emociones te generaban ese tipo de reacciones ¿ira? ¿temor? ¿tristeza? ¿rebeldía?
A su vez, piensa cómo era la relación con tus padres ¿era cercana? ¿distante? ¿les tenías miedo? ¿podías hablar con ellos? ¿les tenías confianza? Recuerda que las relaciones con los padres en la infancia son fundamentales para crear sentimientos de seguridad y de confianza en sí mismo que permiten asumir los retos que nos plantea la vida.
Reconoce aquellas actitudes o comportamientos que te hacían sentir valioso y amado, así como aquellos que herían tus sentimientos y te producían miedo o inseguridad.
Pregúntate qué te hubiera gustado mejorar o cambiar en esa relación con tus padres: ¿habría sido mejor que te escucharan cuando estabas en problemas? ¿te hubiera gustado proponer soluciones?, ¿qué puedes aprender de eso que viviste, para ser ahora mejor madre o padre?
Partiendo del ejercicio anterior empieza a hacer modificaciones en tu rol como madre, padre o cuidador que te permitan relacionarte mejor con las niñas, niños y adolescentes tal y como tú hubieras querido que tus padres y cuidadores se relacionaran contigo.
Si lograste identificar errores que, quizá cometieron tus padres en tu proceso de crianza, aprende de ellos y no los repitas.
Olvídate de creencias erróneas y obsoletas alrededor del maltrato en la crianza
Expresiones como “la letra con sangre entra”, “yo soy el padre y tengo derecho a pegarle a mi hijo para corregirlo”, “la mejor autoridad es la correa”, “nadie se ha muerto por un chancletazo” o “si le pego es por su bien” deben ser erradicadas en tu hogar.
El castigo físico, verbal o psicológico en lugar de educar, genera profundas consecuencias a nivel cognitivo, social y emocional y en algunos casos, empeoran las conductas indeseadas de las niñas, niños y adolescentes.
Para empezar a aplicar la crianza positiva es importante que aprendas a regular tus propias emociones. Muchos padres recurren al autoritarismo, al insulto o al golpe porque no saben cómo lidiar con los sentimientos de rabia, miedo, impotencia o frustración que les generan los comportamientos “inadecuados” de sus hijos.
Antes de abordar a un niño o a un adolescente para hablar con él o corregirlo, respira profundo y espera que la calma retorne a ti. Si estás fuera de control e intentas relacionarte no lograrás una interacción positiva.
Desarrolla relaciones horizontales en tu hogar. Recuerda que, aunque los niños y los adultos cumplen diferentes roles, todos merecen el mismo respeto y tienen la misma dignidad.
Así mismo, promueve en niñas, niños y adolescentes el ejercicio de la autonomía, la corresponsabilidad y la participación en las decisiones que se toman en familia.
Considerar a los niños como sujetos de derechos implica también ponerse en sus zapatos, conectarse emocionalmente con ellos, comprender sus necesidades e identificar las razones por las que se comportan de una u otra manera.
Recuerda que las normas y los límites ordenan los comportamientos de niñas, niños y adolescentes y les dan un marco de contención y de seguridad a la hora de actuar.
Para que sean efectivas, en la crianza positiva, las reglas no son impuestas por los adultos, sino que son concertadas con la participación de las niñas, niños y adolescentes, de modo que sean claras, comprensibles y acordes con su edad.
De igual manera, los niños deben conocer anticipadamente cuáles son las consecuencias de incumplirlas.
La clave está en ser firme y amoroso a la vez. Recuerda que sí es posible educar sin maltrato, sin gritos y sin humillación.
A su vez los castigos están mandados a recoger pues la evidencia científica ha demostrado que no sirven y que, por el contrario, generan consecuencias negativas a largo plazo en diferentes esferas del desarrollo.
Pese a la tendencia hay quienes aún intentan replicar la forma en la que fueron criados por sus padres y abuelos justificando algunas prácticas de maltrato con expresiones como “a mí me dieron correa y no me traumaticé” o “más vale una nalgada para corregir a tiempo”.
Pero lo cierto, cómo lo expresa Liliana Orjuela, psicóloga clínica y referente técnica de prevención de violencia intrafamiliar del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), es que sí podemos aprender a ser mejores madres y padres y a relacionarnos mejor con niños, niñas y adolescentes.
Un primer paso es empezar a desarrollar la crianza positiva.
Ahí está la clave que les permite a los padres reforzar los vínculos afectivos con sus hijos pues este estilo de crianza los hace sentir partícipes, capaces, amados y valorados.
¿Cómo empezar entonces a aplicar este modelo en casa?
- Haz una mirada retrospectiva de cómo fuiste educado
El primer paso, según Liliana Orjuela del ICBF, consiste en revisar tu historia personal y analizar cómo fuiste educado. Piensa, por ejemplo, cómo te sentías cuando tus papás te reprendían o te llamaban la atención, si utilizaban el castigo físico, si te gritaban y decían cosas que te lastimaban y qué emociones te generaban ese tipo de reacciones ¿ira? ¿temor? ¿tristeza? ¿rebeldía?
A su vez, piensa cómo era la relación con tus padres ¿era cercana? ¿distante? ¿les tenías miedo? ¿podías hablar con ellos? ¿les tenías confianza? Recuerda que las relaciones con los padres en la infancia son fundamentales para crear sentimientos de seguridad y de confianza en sí mismo que permiten asumir los retos que nos plantea la vida.
- Identifica los aspectos tanto positivos como negativos de la relación
Reconoce aquellas actitudes o comportamientos que te hacían sentir valioso y amado, así como aquellos que herían tus sentimientos y te producían miedo o inseguridad.
Pregúntate qué te hubiera gustado mejorar o cambiar en esa relación con tus padres: ¿habría sido mejor que te escucharan cuando estabas en problemas? ¿te hubiera gustado proponer soluciones?, ¿qué puedes aprender de eso que viviste, para ser ahora mejor madre o padre?
- Reflexiona sobre aquello que no te gustaría repetir con tus hijos
Partiendo del ejercicio anterior empieza a hacer modificaciones en tu rol como madre, padre o cuidador que te permitan relacionarte mejor con las niñas, niños y adolescentes tal y como tú hubieras querido que tus padres y cuidadores se relacionaran contigo.
Si lograste identificar errores que, quizá cometieron tus padres en tu proceso de crianza, aprende de ellos y no los repitas.
Olvídate de creencias erróneas y obsoletas alrededor del maltrato en la crianza
Expresiones como “la letra con sangre entra”, “yo soy el padre y tengo derecho a pegarle a mi hijo para corregirlo”, “la mejor autoridad es la correa”, “nadie se ha muerto por un chancletazo” o “si le pego es por su bien” deben ser erradicadas en tu hogar.
El castigo físico, verbal o psicológico en lugar de educar, genera profundas consecuencias a nivel cognitivo, social y emocional y en algunos casos, empeoran las conductas indeseadas de las niñas, niños y adolescentes.
- Empieza a gestionar tus emociones
Para empezar a aplicar la crianza positiva es importante que aprendas a regular tus propias emociones. Muchos padres recurren al autoritarismo, al insulto o al golpe porque no saben cómo lidiar con los sentimientos de rabia, miedo, impotencia o frustración que les generan los comportamientos “inadecuados” de sus hijos.
Antes de abordar a un niño o a un adolescente para hablar con él o corregirlo, respira profundo y espera que la calma retorne a ti. Si estás fuera de control e intentas relacionarte no lograrás una interacción positiva.
- Considera a tu hijo o hija como un sujeto de derechos
Desarrolla relaciones horizontales en tu hogar. Recuerda que, aunque los niños y los adultos cumplen diferentes roles, todos merecen el mismo respeto y tienen la misma dignidad.
Así mismo, promueve en niñas, niños y adolescentes el ejercicio de la autonomía, la corresponsabilidad y la participación en las decisiones que se toman en familia.
Considerar a los niños como sujetos de derechos implica también ponerse en sus zapatos, conectarse emocionalmente con ellos, comprender sus necesidades e identificar las razones por las que se comportan de una u otra manera.
- Establece normas y límites
Recuerda que las normas y los límites ordenan los comportamientos de niñas, niños y adolescentes y les dan un marco de contención y de seguridad a la hora de actuar.
Para que sean efectivas, en la crianza positiva, las reglas no son impuestas por los adultos, sino que son concertadas con la participación de las niñas, niños y adolescentes, de modo que sean claras, comprensibles y acordes con su edad.
De igual manera, los niños deben conocer anticipadamente cuáles son las consecuencias de incumplirlas.
- Aplica disciplina con amor
La clave está en ser firme y amoroso a la vez. Recuerda que sí es posible educar sin maltrato, sin gritos y sin humillación.