La violencia no solo se refiere a hechos visibles a primera vista (como violencia física), sino también a acciones de intimidación, amenaza, acoso y sometimiento. Por esto debemos considerar desde el comienzo los factores protectores, en los que encontramos las dinámicas que se generan desde los saberes y prácticas sobre el cuidado, la crianza y el acompañamiento a las niñas y niños.
Las relaciones familiares son la primera red de vínculos afectivos y es esencial en los primeros años pues inciden en el proceso de desarrollo y aprendizaje de todos los integrantes. Por lo que las prácticas de crianza y cuidado cobran un papel importante en tanto pueden perpetuar relaciones de poder que generan arbitrariedades, abuso o violencias, o pueden ser generativas de formas de relación orientadas a promover el desarrollo.
Según el «Lineamiento técnico para la prevención de las violencias contra niños y niños en primera infancia», la violencia puede entenderse desde distintas formas de configuración y expresión como son:
Los niños que no reciben un cuidado sensible y amoroso tienen una mayor probabilidad de sufrir problemas de crecimiento y de salud; aprender menos y dejar los estudios en un nivel más bajo; también, encontrarse con dificultades a la hora de entablar relaciones de confianza y ser menos productivos en la edad adulta. Sus ingresos anuales pueden ser cerca de un tercio inferiores a los de sus iguales, lo que desencadena un ciclo de pobreza intergeneracional debilitante. La exposición permanente a condiciones y eventos adversos repercute en los logros de desarrollo esperados, en términos de habilidades cognitivas, físicas, emocionales y sociales.
Pero existen ciertos factores de protección para la prevención de violencias contra la primera infancia que incluyen habilidades sociales tanto de los cuidadores como de los niños y niñas que pueden contribuir a identificar posibles escenarios de violencia.
Por ejemplo, veamos características individuales (psicológicas, biológicas y comportamentales) de las niñas y los niños, que pueden protegerles de vivir situaciones relacionadas con violencias:
Niñas y niños
Estilos de personalidad: temperamento fácil, disposición positiva, estilo de afrontamiento activo, buenas habilidades sociales. Habilidades para gestionar la frustración, recursividad para superar los retos.
Proceso de desarrollo: desarrollo social, emocional, físico y cognitivo, creatividad, autoconcepto (que se asocia a haber internalizado una buena figura de apego), vínculo de apego con adultos significativos, autonomía.
Características individuales de adultos significativos para las niñas y los niños que pueden protegerles de vivir situaciones relacionadas con violencias:
Estilos de personalidad: gestión de emociones, autorregulación emocional del cuidador(a); práctica de pasatiempos y recreación; capacidad de resiliencia de los cuidadores.
Capacidades para el cuidado: fortalecimiento de vínculos, conocimientos sobre desarrollo infantil, cuidado sensible y crianza amorosa; supervisión parental asertiva a niñas y niños.
Expectativas y proyectos de vida- Formación y apropiación: conocimiento de acceso a los derechos de niñas, niños y mujeres gestantes; grado de educación de cuidadores(as).
Estas características no son únicamente de las personas, sino que también se extienden a los diferentes microsistemas donde existan interacciones directas, cotidianas y constantes entre los niños en primera infancia con padre, madre, cuidadores, familiares, agentes educativos y redes primarias de cuidado. Veamos algunas de las interacciones que contribuyen con la prevención de violencias en la primera infancia en el hogar:
Entorno hogar
Vínculos significativos de apego seguro, cuidado amoroso y sensible: interacción cálida entre padres-madres-cuidadores, niñas-niños; favorecer el desarrollo infantil y acompañar el proceso; afecto, habilidades intelectuales e interpersonales y capacidad de reflexión y empatía de integrantes adultos de la familia que están en contacto con niñas y niños, posibilitan la flexibilidad, la comunicación y la cohesión familiar; conocimiento del desarrollo de las niñas y los niños.
Prácticas de cuidado en salud, estilos, modos y condiciones de vida saludables: estilos de vida saludables proporcionados por y para cuidadores(as); ocio y recreación; buen estado de salud de la madre durante la gestación, ya que promueve un sano desarrollo prenatal.
Entornos seguros y protectores: sentimiento de seguridad en el hogar; conocimientos de la familia o cuidador(a) sobre desarrollo infantil, crianza y cuidado sensible; apoyo y promoción de la igualdad y equidad de género; corresponsabilidad en el cuidado; apoyo y participación por parte de la familia extensa; conocimiento de las y los integrantes de la familia sobre los derechos de la primera infancia.
Condiciones de vida: autonomía económica y autoeficacia y empoderamiento de las mujeres gestantes, madres y cuidadoras; seguridad y estabilidad económica; vivienda adecuada; empleo estable de los padres.
Participación: en programas sociales; espacios de participación de las mujeres y respeto por su poder de decisión en las relaciones de pareja y el hogar.
Redes de apoyo y protección: familia, amigos, vecinos; personas que perciben que existe algún problema en la familia, lo denuncian y buscan ayuda; miembros de la familia que ejercen funciones de apoyo y son conscientes de las señales de alarma y actúan en consecuencia; capacidad de adaptación del sistema familiar ante circunstancias adversas. Prácticas de cuidado y crianza: coherencia entre las acciones y los mensajes en el hogar; establecimiento de normas, límites claros y coherentes con el momento del curso de vida de niñas y niños; autoeficacia y autorregulación del cuidado(a).
Las relaciones familiares son la primera red de vínculos afectivos y es esencial en los primeros años pues inciden en el proceso de desarrollo y aprendizaje de todos los integrantes. Por lo que las prácticas de crianza y cuidado cobran un papel importante en tanto pueden perpetuar relaciones de poder que generan arbitrariedades, abuso o violencias, o pueden ser generativas de formas de relación orientadas a promover el desarrollo.
Según el «Lineamiento técnico para la prevención de las violencias contra niños y niños en primera infancia», la violencia puede entenderse desde distintas formas de configuración y expresión como son:
- Violencia directa, que genera afectaciones a nivel físico y psicológico, y se pone en evidencia en los actos violentos de una persona(s) sobre otra (física, psicológica o por omisión).
- Violencia estructural, que proviene de estructuras sociales, económicas o políticas, que imposibilitan el desarrollo integral de niños y niñas, como pueden ser la pobreza, falta de acceso a educación o salud.
- Violencia simbólica o cultural, asociada con las formas de relación y los imaginarios que se instalan y se vuelven consuetudinarios, por ejemplo, pautas culturales que validan y legitiman el uso de la violencia.
Los niños que no reciben un cuidado sensible y amoroso tienen una mayor probabilidad de sufrir problemas de crecimiento y de salud; aprender menos y dejar los estudios en un nivel más bajo; también, encontrarse con dificultades a la hora de entablar relaciones de confianza y ser menos productivos en la edad adulta. Sus ingresos anuales pueden ser cerca de un tercio inferiores a los de sus iguales, lo que desencadena un ciclo de pobreza intergeneracional debilitante. La exposición permanente a condiciones y eventos adversos repercute en los logros de desarrollo esperados, en términos de habilidades cognitivas, físicas, emocionales y sociales.
Pero existen ciertos factores de protección para la prevención de violencias contra la primera infancia que incluyen habilidades sociales tanto de los cuidadores como de los niños y niñas que pueden contribuir a identificar posibles escenarios de violencia.
Por ejemplo, veamos características individuales (psicológicas, biológicas y comportamentales) de las niñas y los niños, que pueden protegerles de vivir situaciones relacionadas con violencias:
Niñas y niños
Estilos de personalidad: temperamento fácil, disposición positiva, estilo de afrontamiento activo, buenas habilidades sociales. Habilidades para gestionar la frustración, recursividad para superar los retos.
Proceso de desarrollo: desarrollo social, emocional, físico y cognitivo, creatividad, autoconcepto (que se asocia a haber internalizado una buena figura de apego), vínculo de apego con adultos significativos, autonomía.
Características individuales de adultos significativos para las niñas y los niños que pueden protegerles de vivir situaciones relacionadas con violencias:
Estilos de personalidad: gestión de emociones, autorregulación emocional del cuidador(a); práctica de pasatiempos y recreación; capacidad de resiliencia de los cuidadores.
Capacidades para el cuidado: fortalecimiento de vínculos, conocimientos sobre desarrollo infantil, cuidado sensible y crianza amorosa; supervisión parental asertiva a niñas y niños.
Expectativas y proyectos de vida- Formación y apropiación: conocimiento de acceso a los derechos de niñas, niños y mujeres gestantes; grado de educación de cuidadores(as).
Estas características no son únicamente de las personas, sino que también se extienden a los diferentes microsistemas donde existan interacciones directas, cotidianas y constantes entre los niños en primera infancia con padre, madre, cuidadores, familiares, agentes educativos y redes primarias de cuidado. Veamos algunas de las interacciones que contribuyen con la prevención de violencias en la primera infancia en el hogar:
Entorno hogar
Vínculos significativos de apego seguro, cuidado amoroso y sensible: interacción cálida entre padres-madres-cuidadores, niñas-niños; favorecer el desarrollo infantil y acompañar el proceso; afecto, habilidades intelectuales e interpersonales y capacidad de reflexión y empatía de integrantes adultos de la familia que están en contacto con niñas y niños, posibilitan la flexibilidad, la comunicación y la cohesión familiar; conocimiento del desarrollo de las niñas y los niños.
Prácticas de cuidado en salud, estilos, modos y condiciones de vida saludables: estilos de vida saludables proporcionados por y para cuidadores(as); ocio y recreación; buen estado de salud de la madre durante la gestación, ya que promueve un sano desarrollo prenatal.
Entornos seguros y protectores: sentimiento de seguridad en el hogar; conocimientos de la familia o cuidador(a) sobre desarrollo infantil, crianza y cuidado sensible; apoyo y promoción de la igualdad y equidad de género; corresponsabilidad en el cuidado; apoyo y participación por parte de la familia extensa; conocimiento de las y los integrantes de la familia sobre los derechos de la primera infancia.
Condiciones de vida: autonomía económica y autoeficacia y empoderamiento de las mujeres gestantes, madres y cuidadoras; seguridad y estabilidad económica; vivienda adecuada; empleo estable de los padres.
Participación: en programas sociales; espacios de participación de las mujeres y respeto por su poder de decisión en las relaciones de pareja y el hogar.
Redes de apoyo y protección: familia, amigos, vecinos; personas que perciben que existe algún problema en la familia, lo denuncian y buscan ayuda; miembros de la familia que ejercen funciones de apoyo y son conscientes de las señales de alarma y actúan en consecuencia; capacidad de adaptación del sistema familiar ante circunstancias adversas. Prácticas de cuidado y crianza: coherencia entre las acciones y los mensajes en el hogar; establecimiento de normas, límites claros y coherentes con el momento del curso de vida de niñas y niños; autoeficacia y autorregulación del cuidado(a).