El diálogo es el mecanismo más efectivo con el que cuentan los adultos, no solo para dar instrucciones y fijar normas y límites, sino también para conocer aquello que piensan y sienten las niñas, niños y adolescentes, comprender las razones que motivan sus comportamientos, corregir sus errores, resolver los conflictos y establecer acuerdos.
Sin embargo, cuando se trata de entablar una conversación con los menores de edad, algunos padres, madres y cuidadores se frustran e, incluso, terminan disgustados, ya sea porque no logran obtener su atención o porque la charla, al final, no da los frutos esperados.
Por eso, se escuchan frases tan populares como “es que no me hace caso”, “le entra por un oído y le sale por el otro” o “uno le habla y quién sabe en qué está pensando”.
¿En qué estamos fallando? ¿estamos comunicándonos asertivamente con nuestros niños y niñas?
El problema reside en que algunos cuidadores esperan que las niñas y niños los escuchen sin antes haber establecido una conexión emocional y comunicativa con ellos.
Entonces, ¿cómo lograr esa conexión emocional? Te lo explicamos en siete pautas:
- Recuerda que el lenguaje corporal también “habla”: ponte al nivel de la niña o el niño para lograr contacto visual frente a frente. Así crearás proximidad y confianza. Puedes, por ejemplo, sentarte a su lado.
Cuando les vayas a hablar evita señalarlos con el dedo sino más bien tomarlos de la mano de forma suave y cariñosa.
- Capta su atención: Acude a preguntas que les demuestren por qué son importantes para ti. Ten presentes sus intereses y con base en ellos inicia el diálogo, como, por ejemplo, “¿a qué estás jugando? o ¿de qué se trata ese programa de tv?”
- Escucha activa y retroalimentación constructiva: “No podemos escuchar a un niño y seguir mirando el celular o lavando los platos. Los niños necesitan que los escuchemos de forma activa, empática y verdadera”, aclara la psicóloga experta en niños Isabel Bettín.
Cuando hables con tus niños dedícales toda tu atención y valida sus relatos a través de expresiones empáticas como, “me alegra mucho lo que me cuentas” o, “entiendo que estés triste”. Si debes darle un consejo o corregir un comportamiento, evita juzgarlos y ayúdale al niño a encontrar la manera de resolver el conflicto sin señalarlo.
- Cuida el tono y el volumen de tu voz: Usa un tono de voz y un volumen apropiado, que sea suave, cálido y cariñoso para generar confianza y seguridad. No obstante, si se requiere dar una instrucción o hacer un llamado de atención, la entonación de la voz puede variar para hacer énfasis en lo que se busca corregir o dejar claro.
- Un lenguaje más sencillo, es mejor: Sé concreto al hablarles. Si les vas a dar una instrucción, sé conciso. Dile por ejemplo: “recoge tus juguetes” en lugar de “este cuarto está muy desordenado. Tú no colaboras…”
- Correcciones sin exageraciones. Al corregir comportamientos, explícale exactamente qué fue lo que hizo mal, sin exageraciones. Por ningún motivo utilices etiquetas como “ eres necio”, “malo”, “tonto”, “desobediente” ni le digas expresiones como “es que tú no haces nada bien” o “tu no sirves para nada”. Estas expresiones son maltrato verbal y afectan su autoestima.
- El “No” no es una opción: a los niños les cuesta entender y aceptar un “no” rotundo y sin explicaciones. Por eso, cada vez que sea necesario negarles algo, también hay que darles las razones de ese “no” y tratar de encontrar un punto de entendimiento a través de alternativas aceptables.
Por ejemplo, “no te puedo dar galletas antes del almuerzo, pero te las puedo dar después, como postre” o “no podemos salir al parque pero podemos jugar parqués” De esta forma, los adultos pueden ser más comprensibles con sus deseos y menos arbitrarios.



















