La distribución de tareas y responsabilidades en el hogar, así como las diversas actividades y juegos que las familias fomentan en sus hijos, impacta profundamente en la manera en la que ellos aprenden o no las nociones de equidad de género.
De hecho, expertos de Oxfam, organización internacional que trabaja para reducir las desigualdades sociales y económicas en el mundo, señala que los estereotipos sobre los roles femeninos y masculinos tienden a perpetuarse desde el hogar porque son interiorizados por los menores de edad desde sus primeros años de vida
¿Cómo? A través del ejemplo que obtienen de los comportamientos y actitudes de sus padres, de los juegos o actividades lúdicas que desarrollan y mediante las tareas domésticas que se les encarga.
Por eso, es importante que los cuidadores reflexionen sobre la forma en la que están fomentando en sus hijos la equidad de género y comiencen a erradicar, desde casa, esas creencias que encasillan las responsabilidades en el terreno de lo femenino y de lo masculino.
Aquí algunas pautas para lograrlo:
El juego, una herramienta poderosa
Como primera medida, se debe procurar que los juegos sean incluyentes, es decir, que no generen diferenciación alguna de géneros y que, además respondan a los intereses de sus hijos.
Douglas López, funcionario de la Dirección de Familias y Comunidades del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) recomienda permitir que las niñas jueguen, si así lo desean, con juguetes de construcción o pistas de carros, que practiquen deportes de contacto como el fútbol o el karate y que se diviertan desempeñando aquellos roles que, tradicionalmente, han sido vinculados con el género masculino como, por ejemplo, jugar a ser astronautas, policías, médicos o bomberos, entre otros.
Por su parte, Paloma Carvajalino, directora del Centro de Psicología para la Niñez y la Adolescencia (PSYNAD) señala que a los niños tampoco se les debe coartar el deseo de jugar con juguetes tradicionalmente asociados a las niñas.
Esto por dos sencillas razones: “la primera, porque no hay nada de malo en ello y la segunda, porque los juegos no deben ser encasillados en términos de ‘lo femenino’ y ‘lo masculino’”, expresa la especialista.
Formar niños que cuidan
Uno de los asuntos que pone en discusión la equidad de género en los hogares es la crianza. Con frecuencia, las mujeres perciben que cargan con toda la responsabilidad y reclaman una mayor participación de los hombres en la atención y el cuidado de sus hijos.
“No tenemos hombres que sean cuidadores porque no los educamos desde niños en ese sentido. Si queremos hombres comprometidos con la crianza y con el ejercicio de la paternidad, sencillamente tenemos que desarrollar esas capacidades desde la infancia y la adolescencia”, advierte López.
Para el funcionario del ICBF, el juego puede ser un vehículo efectivo para involucrar a los niños en las dinámicas de cuidado. “Los niños también podrían jugar con un muñeco, darle tetero, cambiarle el pañal, todo eso que se les enseñaba a las niñas”.
Ahora bien, si esto genera resistencia entre los padres, se puede recurrir a estrategias como fomentar en el niño su participación en dinámicas como el cuidado de sus juguetes, o asignándoles responsabilidades en el cuidado de una mascota o de una planta.
Incluso, señala López, los niños pueden participar, de forma acorde con su edad, en el cuidado y atención de sus hermanitos y de sus primos sin que esto excluya, por supuesto, la responsabilidad de los adultos.
Tareas equitativas en casa
En ocasiones, las tareas y responsabilidades que se les asignan a los menores de edad en el hogar tienden a reproducir estereotipos: sucede que, por ejemplo, las niñas son las que acompañan a la madre en las labores de aseo, mientras que los niños aprenden con su padre a cambiar las llantas del carro familiar.
“Hay que empezar a reflexionar sobre los roles que les damos a los niños en el hogar para dejar de marcar diferencias y encasillamientos entre unos y otros”, señala la psicóloga Carvajalino. Para lograrlo los especialistas sugieren algunos ‘tips’:
·Generar variaciones y equilibrio a la hora de distribuir las responsabilidades: si un día o durante una semana, la niña estuvo encargada de recoger la ropa sucia mientras el niño ayudaba a tender las camas o a recoger los platos de la mesa, en la siguiente ocasión, los papeles se deben intercambiar para que haya igualdad en el ejercicio.
·Aprovechar los fines de semana para desarrollar actividades de trabajo colaborativo como, por ejemplo, cocinar en familia o realizar jornadas de aseo donde todos los integrantes tengan una tarea específica y cooperativa. Esto promueve la integración y la solidaridad.
·Fomentar espacios en los que las niñas compartan con sus padres y los niños con sus madres. De esta forma, aprenden a generar empatía con el género opuesto y a involucrarse con las responsabilidades de ambos: un niño puede mercar con su mamá mientras la niña aprende a hacer reparaciones en casa con su padre.
Enseñar con el ejemplo
Las actitudes y comportamientos de padres y madres construyen el ejemplo que proyectan hacia sus hijos.
En este punto, es esencial que sean los mismos adultos quienes dejen de pensar que existen “oficios de mujeres” y “oficios de hombres” y empiecen a generar dinámicas en las que ambos se comprometan y se involucren por igual en las rutinas de cuidado y crianza.
Para ello se requiere que la pareja genere acuerdos y que ambos valoren los esfuerzos hechos por su contraparte. Aquí se deben eliminar frases como “es que tú no lo haces bien”, “tú no sirves para esto” o “deja yo lo hago” que desalientan y debilitan la intención de colaborar y asumir responsabilidades.
Manejo de las emociones
Finalmente, reconocer y validar los sentimientos es otra manera de fomentar la equidad de género en casa. Al igual que ocurre con los juegos y las tareas domésticas, la manifestación de las emociones no debe limitarse ni reprimirse por el hecho de ser niño o niña.
Los padres deben eliminar expresiones como “no llores que pareces una nena” o “los niños no lloran” cuando sus hijos expresan tristeza y desconsuelo.
Tampoco deben decirle a sus hijas que “las niñas no se portan así” o que “ese comportamiento no les queda bien” cuando sus hijas están enfadadas o molestas.
Al contrario, en lugar de reprimir, es responsabilidad de los padres, enseñar a sus hijos a reconocer y gestionar sus emociones conversando acerca del factor que lo originó y buscando alternativas para solucionar los situaciones problemáticas.