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Abril 29, 2020

Claves para identificar a un posible agresor sexual en la familia o cercano a ella y cómo actuar ante la sospecha

Claves para identificar a un posible agresor sexual en la familia o cercano a ella y cómo actuar ante la sospecha
Existen determinados comportamientos o actitudes que pueden encender las alarmas. Identificarlos a tiempo es clave.
Claves para identificar a un posible agresor sexual en la familia o cercano a ella y cómo actuar ante la sospecha
La cifra es alarmante: tan solo entre enero y diciembre de 2019, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar abrió 14.032 procesos para restablecer los derechos de niñas, niños y adolescentes víctimas de violencia sexual.

De estos casos, un alto porcentaje de los delitos ocurrió en los entornos  más próximos a los menores de edad: sus hogares, sus barrios, sus colegios y otros lugares que normalmente frecuentan.

Y peor aún: la mayoría de los actos de violencia sexual hacia niñas, niños y adolescentes son cometidos por personas muy cercanas a ellos, incluso de su misma familia.

 “Hay estadísticas que  demuestran que muchos de  los abusadores son los padrastros, los abuelos, los tíos, los primos, los padrinos, los hermanos, e incluso, los mismos padres. No obstante, también pueden ser  profesores, vecinos, entrenadores, cuidadores o  personas que tienen un contacto constante los niños”, advierte Angélica Vera, referente en prevención de violencia sexual de la Dirección de Niñez y Adolescencia.

En este escenario, es fundamental que madres y padres aprendan a identificar cuáles son esas señales que pueden  prender las alarmas sobre la posible presencia de un agresor sexual en la familia o cercano a esta, de manera tal que puedan  actuar a tiempo y mitigar el riesgo.

No existe un perfil definido

Para empezar,  hay que tener en cuenta que no existe un perfil o un patrón específico para identificar a un agresor sexual.

De acuerdo con Luis Jesús Prada Moreno,  profesional especializado forense del Instituto Nacional de Medicina Legal, un pedófilo puede ser una persona de cualquier edad, sexo, condición social o económica, nivel educativo, profesión, raza, religión, condición física o cognitiva.

De acuerdo con Prada, existen algunas conductas del sujeto que pueden levantar sospecha y a las que se debe prestar atención como por ejemplo:
  • La insistencia por permanecer a solas con niños, niñas y adolescentes. Inventa cualquier excusa para lograrlo.
  • La preferencia por socializar con menores de edad por encima de los adultos.
  • Las muestras exageradas de cariño o de afecto en forma injustificada e inoportuna.
  • La compulsión a la pornografía ya sea a través de video o de revistas.
  • El haber estado involucrado o haber sido denunciado anteriormente por un abuso sexual.
  • El consumo problemático o el abuso de sustancias psicoactivas.

Cuando la confianza se convierte en un peligro


Que la mayoría de los casos de abuso sexual hacia niños, niñas y adolescentes ocurran en sus entornos más cercanos, tiene un común denominador: la confianza. Precisamente, por eso, suele ser  tan difícil identificar a tiempo una situación de riesgo.

De acuerdo con Prada, de Medicina Legal,  una de las cosas que el agresor desarrolla en el proceso de abuso es la confianza tanto con su víctima como con los cuidadores de esta.

Su objetivo es generar una atmósfera en la que sus intensiones pasen desapercibidas y logren ganar espacios de privacidad  donde, finalmente, puedan quedarse a solas con el menor de edad.

“Los agresores siempre buscan ganarse la confianza de la niña, niño o adolescente: intentan ser muy cercanos, se inventan actividades lúdicas y recreativas con el propósito de compartir mucho tiempo con su víctima; tienden a ser muy cariñosos y suelen dar regalos sin motivo alguno. También se valen de guardar secretos o de darles dinero a las niñas y a los niños como una forma sutil de manipularlos y extorsionarlos”, añade Angélica Vera, del ICBF.

Factores de riesgo

Los expertos en el tema coinciden en señalar algunos factores que incrementan el  riesgo de que una niña, niño o adolescente sea víctima de agresión sexual. Entre ellos se consideran los siguientes:
  • La falta de educación sexual desde temprana edad que impide que los niños aprendan a identificar los riesgos a los que están expuestos y que, por ende, no desarrollan acciones de autocuidado y establezcan límites con relación a las manifestaciones de afecto.
  • La inobservancia o la negligencia por parte de madres, padres o cuidadores a la hora de crear entornos protectores. Asimismo, el dejar solos a los niños por mucho tiempo.
  • La debilidad o carencia de vínculos afectivos entre los menores de edad y sus adultos significativos. Los agresores aprovechan este desequilibrio para llenar vacíos emocionales.
  • El hacinamiento en las viviendas.
  • La violencia intrafamiliar y el maltrato físico, verbal o psicológico hacia las niñas, niños y adolescentes que lesiona su autoestima y su seguridad, haciéndolos más propensos a ser víctimas de este delito.
  • Las condiciones de discapacidad física o cognitiva.

Los comportamientos de los niños también son una señal de alerta


Así como hay determinadas actitudes del agresor que deben llamar la atención de padres y cuidadores, las niñas, niños y adolescentes también manifiestan algunos cambios de comportamiento e, inclusive, cambios físicos que no se pueden pasar por alto.

Algunos de estos son:

- Conductas sexuales inadecuadas para la edad. Que un niño o niña demuestre tener un conocimiento acerca de las relaciones sexuales que no debería, que se toque con insistencia sus órganos sexuales, que haga representaciones de una relación sexual, por ejemplo, con sus pares o con un muñeco al que le hace movimientos con su pelvis, o que haga dibujos alusivos a una relación sexual es un claro indicador de que algo no va bien.

Aquí hay que indagar,  de forma amable, respetuosa y amorosa, “dónde aprendió eso, con quién o con quiénes lo aprendió, quién inició la actividad y cómo participa cada uno”, aconseja el profesional forense, Luis Prada.

- Cambios bruscos en su estado de ánimo. Cuando una niña, niño o adolescente es víctima de abuso sexual, generalmente, tiende a volverse introvertido, ansioso o agresivo.

En otros casos  puede mostrarse más extrovertido de lo normal. También debe llamar la atención la incomodidad o el temor que el niño o niña manifieste con respecto a un determinado adulto.

-Retrocesos en su desarrollo. Hay niños que, tras ser sometidos a situaciones estresantes, o a sucesos que les provocan angustia y temor, presentan retrocesos.

Por ejemplo, presentar problemas de control de esfínteres después de que ya habían aprendido a ir al baño, alteraciones en su lenguaje o motricidad, problemas para dormir y cambios inesperados en su rendimiento académico.

-Cambios físicos. Aunque la mayoría de las niñas, niños y adolescentes que son víctimas de abuso sexual no presentan señales corporales, en algunos casos sí es posible que se presenten pequeñas lesiones o cicatrices genitales o anales, dolor abdominal o en la región genital que deben ser consultados inmediatamente con el personal de salud.

A su vez, la aparición de algunas infecciones diagnosticadas con pruebas de laboratorio confirmatorias como, por ejemplo, la Chlamydia, la Sífilis, la Gonorrea, entre otras, así como la presencia de infecciones urinarias podrían hacer sospechar de un posible abuso sexual.

Por su parte, el embarazo en mejores de 14 años, de acuerdo con la ley colombiana, es una clara muestra de abuso sexual.

¿Qué hacer ante la sospecha?

Una vez la madre, el padre o el cuidador haya identificado alguna de las señales de alerta descritas anteriormente será clave realizar un abordaje adecuado de la situación empezando por acercase a la niña, niño o adolescente de forma amable, empática y cariñosa para así animarlo a hablar de la situación por la que está atravesando.

Es fundamental que al hacerlo el adulto esté sereno ya que si se muestra angustiado, desesperado o irascible, causará temor en el menor de edad y reducirá al mínimo las posibilidades de que la niña o el niño narre los hechos.
Para empezar el diálogo es esencial recordarle que su familia lo ama y que cuenta con todo su apoyo y su protección para superar cualquier problema o situación que le genere incomodidad.

 Si la niña, el adolescente, empieza a hablar es necesario escucharle atentamente, evitar presionarlo con demasiadas preguntas y ayudarle a comprender que nada de lo ocurrido es su culpa y que tampoco ha hecho nada malo, ya que quienes han atravesado por este tipo de experiencias, tienden a sentir culpabilidad o eso es lo que los agresores, en algunos casos, les han hecho creer.

“Los padres y cuidadores deben saber que la revelación de esta experiencia no es un evento sino un proceso. Los niños, niñas y adolescentes, por lo general van contando poco a poco. Así que más que preguntar, se trata de saber escuchar”, aconseja el profesional forense de Medicina Legal, Luis Prada.

Además, el experto recomienda no juzgar a la víctima mediante expresiones como  “¿por qué no me habías dicho antes?” o “¿por qué te quedaste callado?” y mucho menos, confrontarlo con el agresor ya que esto genera miedo y se corre el riesgo de silenciar al menor de edad quien puede terminar retractándose o negando los hechos.

Otro aspecto clave es creerles a las niñas, niños y adolescentes. Siempre.

“Lamentablemente, ellos muchas veces informan que están siendo víctimas y los padres no les creen. Eso hace que pierdan la confianza al tiempo que le abren el camino al agresor para seguir violentándolos, sencillamente, porque no hay un entorno protector”, explica la referente en prevención del abuso sexual del ICBF, Angélica Vera.

En lugar de ello lo correcto será agradecerle a la niña, niño o adolescente por haber compartido su experiencia, reafirmarle que cuenta todo el apoyo necesario y asegurar su protección inmediata retirando el contacto con el posible agresor.
Para ello, se deberá buscar orientación profesional reportando el caso al la línea nacional 141 del ICBF, a las Defensorías o Comisarías de Familia, a la Policía o a la Fiscalía para activar cualquiera de las rutas de atención y denuncia. De esta forma, las autoridades pertinentes determinarán la responsabilidad del presunto agresor