Por mucho tiempo la violencia contra las niñas y las mujeres ha sido considerada como un asunto privado y se ha desconocido que se trata de una grave violación a los derechos humanos en la que se evidencia la existencia de profundas desigualdades entre hombres y mujeres y que tiene efectos sobre su calidad de vida, el tejido social y el desarrollo del país.
Esta violencia es una problemática que se sustenta en los estereotipos de género y las relaciones de poder que atraviesan, sin distinción, todos los niveles económicos, culturales y educativos. En el marco de la pandemia y de las condiciones de aislamiento, las violencias contra las mujeres se incrementaron y se convirtieron en una «pandemia oculta».
En muchos países del mundo se han incrementado las llamadas a las líneas de atención para los casos de violencia; sin embargo, muchos casos siguen sin ser denunciados y sin contar con registro porque las violencias son normalizadas e invisibles, y porque las mujeres continúan enfrentando barreras y limitaciones para acceder a las rutas de atención integral. En Colombia, de acuerdo con los datos del Observatorio de Mujeres, se encontró que la línea de atención 155 recibió 4.830 llamadas efectivas (en promedio 52 diarias) de atenciones por violencias en 2019, en el periodo comparable en 2020 se recibieron 11.245 (en promedio 120 diarias), es decir que el número de llamadas aumentó en 133 %, con un aumento de 6.415 llamadas respecto a 2019.[1]
Frente a las violencias contra la niñez, para el periodo comprendido entre el 25 de marzo y el 25 de junio de 2020 se recibieron en total 30.083 solicitudes asociadas a casos de violencias, lo que evidenció un aumento de 8.878 llamadas; esto representa un aumento del 42 % respecto al número de interacciones atendidas en el mismo periodo durante 2019. [2]
Es importante reconocer que algunas violencias pueden ser visibles y otras no tanto; sin embargo, todas tienen efectos sobre la vida, la salud y el bienestar de las niñas y las mujeres. Estas distintas formas de violencia son: violencia física, violencia sexual, violencia psicológica, violencia económica; hoy también hablamos de otras manifestaciones de violencia en el espacio público como el acoso callejero y la violencia en los entornos digitales, además de prácticas violentas como la mutilación genital femenina y los matrimonios y uniones tempranas.
Reconociendo que estas violencias son una realidad que impide que las niñas y las mujeres puedan desarrollar todo su potencial y avanzar hacia una sociedad más justa e igualitaria para todos y todas, este 25 de noviembre es una oportunidad para alzar la voz y, a través de pequeñas acciones que pueden tener grandes impactos, aportar a la garantía de los derechos de las niñas y mujeres, en especial el derecho a vivir una vida libre de violencias.
Algunas de estas acciones que suman son:
«En la jugada» llega a 10 territorios del país para aportar a la construcción de relaciones igualitarias entre hombres y mujeres y promover las masculinidades alternativas, cuidadosas, corresponsables.
Prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres es un compromiso de todos y todas. Este 25 de noviembre digamos ¡no más violencia contra las niñas y las mujeres!; seamos parte de una generación que promueve la igualdad.
Si eres víctima de violencia, puedes comunicarte de forma gratuita a la Línea 141 del ICBF, o a la Línea 155 de orientación a mujeres de la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer.
Si quieres tener más información, consulta el siguiente enlace: https://colombia.unfpa.org/sites/default/files/pub-pdf/infografia-v6.pdf
Elaborado por: Laura Melissa Liscano Pinzón
Referente de género, diversidad y vida libre de violencias
Esta violencia es una problemática que se sustenta en los estereotipos de género y las relaciones de poder que atraviesan, sin distinción, todos los niveles económicos, culturales y educativos. En el marco de la pandemia y de las condiciones de aislamiento, las violencias contra las mujeres se incrementaron y se convirtieron en una «pandemia oculta».
En muchos países del mundo se han incrementado las llamadas a las líneas de atención para los casos de violencia; sin embargo, muchos casos siguen sin ser denunciados y sin contar con registro porque las violencias son normalizadas e invisibles, y porque las mujeres continúan enfrentando barreras y limitaciones para acceder a las rutas de atención integral. En Colombia, de acuerdo con los datos del Observatorio de Mujeres, se encontró que la línea de atención 155 recibió 4.830 llamadas efectivas (en promedio 52 diarias) de atenciones por violencias en 2019, en el periodo comparable en 2020 se recibieron 11.245 (en promedio 120 diarias), es decir que el número de llamadas aumentó en 133 %, con un aumento de 6.415 llamadas respecto a 2019.[1]
Frente a las violencias contra la niñez, para el periodo comprendido entre el 25 de marzo y el 25 de junio de 2020 se recibieron en total 30.083 solicitudes asociadas a casos de violencias, lo que evidenció un aumento de 8.878 llamadas; esto representa un aumento del 42 % respecto al número de interacciones atendidas en el mismo periodo durante 2019. [2]
Es importante reconocer que algunas violencias pueden ser visibles y otras no tanto; sin embargo, todas tienen efectos sobre la vida, la salud y el bienestar de las niñas y las mujeres. Estas distintas formas de violencia son: violencia física, violencia sexual, violencia psicológica, violencia económica; hoy también hablamos de otras manifestaciones de violencia en el espacio público como el acoso callejero y la violencia en los entornos digitales, además de prácticas violentas como la mutilación genital femenina y los matrimonios y uniones tempranas.
Reconociendo que estas violencias son una realidad que impide que las niñas y las mujeres puedan desarrollar todo su potencial y avanzar hacia una sociedad más justa e igualitaria para todos y todas, este 25 de noviembre es una oportunidad para alzar la voz y, a través de pequeñas acciones que pueden tener grandes impactos, aportar a la garantía de los derechos de las niñas y mujeres, en especial el derecho a vivir una vida libre de violencias.
Algunas de estas acciones que suman son:
- Desnaturalicemos las violencias contra las mujeres y las niñas.
- Reconozcamos que la violencia hacia las mujeres y las niñas busca, en cualquier contexto, causar daño físico, psicológico o emocional.
- Transformemos los estereotipos de género tradicionales que mantienen y refuerzan las inequidades entre hombres y mujeres.
- Seamos red de apoyo para las mujeres y las niñas que han vivido violencias o están en riesgo de vivir aluna.
- Tengamos conversaciones con la familia y amigos sobre el impacto negativo de la violencia contra las mujeres y niñas, en ellas y en el desarrollo del país.
«En la jugada» llega a 10 territorios del país para aportar a la construcción de relaciones igualitarias entre hombres y mujeres y promover las masculinidades alternativas, cuidadosas, corresponsables.
Prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres es un compromiso de todos y todas. Este 25 de noviembre digamos ¡no más violencia contra las niñas y las mujeres!; seamos parte de una generación que promueve la igualdad.
Si eres víctima de violencia, puedes comunicarte de forma gratuita a la Línea 141 del ICBF, o a la Línea 155 de orientación a mujeres de la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer.
Si quieres tener más información, consulta el siguiente enlace: https://colombia.unfpa.org/sites/default/files/pub-pdf/infografia-v6.pdf
Elaborado por: Laura Melissa Liscano Pinzón
Referente de género, diversidad y vida libre de violencias