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Lactancia materna: la verdad alrededor de seis creencias populares
¿Crees que la producción de leche depende del tamaño de los senos? ¿Piensas que la leche materna no nutre lo suficiente a tu bebé? ¡No comas cuento! Aquí despejamos tus dudas.
La lactancia materna, como muchas de las prácticas sociales, culturales y alimentarias, ha servido para que las mujeres que la practican compartan percepciones o vivencias que se popularizan a partir de la tradición oral las cuales se transforman en creencias populares a las que muchas veces les creemos sin que sean completamente ciertas. Incluso, dichas creencias se ven influenciadas por la experiencia personal y las opiniones de sus parejas, madres, suegras y familiares cercanos.
 
Por esto, desde el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), presentamos algunos mitos asociados a la práctica de la lactancia materna alrededor de los cuales existe evidencia científica establecida por expertos internacionales que refuerzan o niegan la veracidad de esta información.
 
  1. Tomar tés aguas aromáticas, bebidas azucaradas con malta y o cerveza, hace que se produzca más leche.
 
Falso. Durante el proceso de la lactancia se incrementa la necesidad de agua en el organismo de la mamá. De hecho, la leche materna producida por una madre alcanza una cantidad de 0.7 litros en el día, unos 3,5 vasos de 200 mililitros ¡cada uno!  Según Unicef, de esta cantidad el 88% es agua (alrededor de 0.6 litros o 3 vasos) lo que genera una necesidad mayor de la madre de consumir agua y alimentos con un alto contenido de esta.
 
Por lo tanto, lo ideal es que las mujeres lactantes consuman cerca de cuatro (4) litros de agua al día. Esta puede estar incorporada en los alimentos como las frutas y las verduras (1 litro), como también en las bebidas y jugos naturales y, por supuesto, en el agua pura que consuman para mantenerse hidratadas.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) se recomienda tomar un vaso de agua después de amamantar al bebé, tanto en el día como en la noche. Este hábito no solo evita la deshidratación, sino que, además, favorece la producción de leche materna.
Por lo tanto, entre las bebidas recomendadas para cubrir esta necesidad están:
 El agua.
  • Los jugos de fruta naturales sin o con una cantidad muy baja de azúcar adicionada.
  • Los tés y aguas aromáticas siempre y cuando no tengan cantidades muy altas de azúcar, no estén elaboradas con plantas que generen sedación y hagan parte de los hábitos alimentarios de la madre.
 

A su vez, se recomienda evitar el consumo de alcohol ya que puede causar sedación (sensación de adormecimiento), irritabilidad, disminución entre un 10 y un 25% de la producción y bajada de la leche y retraso psicomotor en el bebé.
 
De igual manera, las bebidas energizantes tampoco son recomendables ya que están compuestas por azúcares y sustancias como la cafeína y la taurina. La cafeína tiene efectos diuréticos que alteran el equilibrio electrolítico y pueden aumentar el riesgo de deshidratación. Además, puede pasar al bebé, a través de la leche materna y producirle insomnio e irritabilidad.
 
 
  1. Las mujeres con senos pequeños no producen una buena cantidad de leche
 
Falso. El tamaño de los senos no tiene ninguna relación con la cantidad de leche producida por las mujeres lactantes. Todas las mamás, independientemente de la forma y tamaño de sus senos, pueden producir la cantidad de leche suficiente para alimentar a su hija o hijo.
Ahora bien, si de lo que se trata es de incrementar la producción de leche, la mejor forma de hacerlo es aumentar el número de tomas que realiza el bebé. Esto ocurre porque los niveles de la prolactina, hormona que estimula la secreción de la leche, alcanzan su máximo nivel aproximadamente 30 minutos después del inicio de la mamada lo que favorece la producción de leche para la siguiente toma. Por lo tanto, cuanto más se lacte al bebé durante las primeras semanas, y cuanto más este succione y estimule el pezón, más prolactina se producirá y, por ende, más leche. En definitiva, entre más se lacte, más producción de leche habrá. 
 
  1. “Mi leche no alimenta al bebé y por eso pide comer a cada rato”.
 
Falso. Imagínate el tamaño del estómago de un bebé recién nacido. Este varía entre el de una cereza y un huevo durante el primer mes de vida, es decir, su pequeño estómago apenas alcanza a tener entre 5 y 7 mililitros. Sin embargo, el requerimiento de energía de una niña o de un niño durante los primeros días de vida es muy alto debido a que está en pleno crecimiento y, por ello, debe consumir leche materna muchas veces en el día, como único alimento durante los primeros seis meses de vida. Esto explica por qué los bebés piden comer con tanta frecuencia.

Si lo que se busca es incrementar la producción de leche, la mejor forma de hacerlo es aumentar el número de tomas que realiza el bebé ya que, a través de la succión y la estimulación del pezón que este realiza, se libera prolactina, hormona responsable de la producción de leche materna.
 

De otro lado, una mujer que haya alcanzado un peso adecuado durante la gestación, que se haya alimentado de manera adecuada durante los 9 meses y cuya alimentación durante la lactancia sea completa, adecuada, equilibrada y suficiente puede estar segura de que su leche cuenta con la mejor calidad nutricional para su bebé siendo así el mejor alimento que su hija o hijo puede recibir. Por esto, no importa la frecuencia con que el bebé consuma leche, siempre que la pida, debe tenerla a su disposición.
 
  1. Para que el bebé crezca sano, fuerte y no tenga diarrea o mal de estómago, es necesario curarlo con agua de frijol.
 
Falso. En nuestro país son comunes las prácticas en las que se les ofrece a las niñas y niños algunos alimentos para prevenir enfermedades como el agua de fríjol, el agua de granadilla para tratar el estreñimiento o bebidas como el agua pura, los jugos de fruta, e incluso, las bebidas gasificadas para calmar la sed.
 
Sin embargo, es muy importante recordar que la leche de la madre es el único alimento que nutre completamente a la niña o al niño durante sus primeros 6 meses de vida y que, a su vez, es el único alimento que le da protección sostenida y completa durante los primeros 2 años. Así, la leche materna es suficiente para calmar el hambre y la sed del bebé, aún en climas calientes. Es buena para su digestión y lo protege contra diarreas y otras enfermedades, por lo que no es aconsejable ni necesario, durante los 6 primeros meses, darle aguas, coladas o jugos, los cuales, por el contrario, sí causan esas dolencias. Ningún alimento puede igualar la leche materna y tampoco se deben utilizar para prevenir o tratar alguna condición anormal en el bebé.
 
“Al darle a un bebé aguas, tés, coladas o jugos en los primeros seis meses, se aumenta el riesgo de que padezca diarreas y otras infecciones además de disminuir la toma leche de la madre”, advierte el Manual de Lactancia del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, publicado por UNICEF.
 
  1. El calostro o la primera leche no es nutritiva y se debe desechar
 
Falso. La primera leche que produce la madre inmediatamente después del parto, se llama calostro y se produce durante los primeros 3 a 4 días después del parto. Esta es una leche espesa, amarillenta o transparente, que contiene todos los elementos necesarios para nutrir al bebé, entre ellos anticuerpos y otras proteínas protectoras, vitamina A y otros micronutrientes requeridos para fortalecer su sistema inmune. Por eso es considerada la primera vacuna y no se debe desechar.
 
Entre el cuarto y el sexto día se produce un aumento brusco en la producción de leche, lo que se denomina “bajada de la leche”, la cual sigue aumentando hasta alcanzar un volumen notable entre los 8 a 15 días postparto, (aproximadamente entre 600 y 800 ml/día lo que representa de 3 a 4 vasos de 200 mililitros).

 

Lo anterior explica por qué los cambios de composición y volumen son muy significativos entre mujeres y dentro de una misma mujer, durante los primeros 8 días después del parto, para luego estabilizarse. La leche de transición va variando día a día hasta alcanzar las características de la leche madura. Adicionalmente, la variación de sus componentes se observa no solo entre mujeres, sino también en la misma madre, entre ambos senos, entre lactadas, durante una misma mamada y en las distintas etapas de la lactancia. Estas variaciones no son aleatorias, sino funcionales, y cada vez está más claro que están directamente relacionadas con las necesidades del bebé.
 
  1. Los senos se caen por amamantar
 
Falso. La lactancia materna no tiene ningún impacto sobre los tejidos de los senos. De acuerdo con los especialistas, los senos tienden a caerse por efecto de la gravedad a medida que avanzan los años, por cambios bruscos de peso y por los cambios hormonales producidos por los embarazos. El amamantamiento no cambia el aspecto de los senos, por lo tanto, las razones estéticas no son argumento para suspender la lactancia y privar al bebé de la alimentación más completa y natural que representa la leche materna.