0 - 5 años
Siete pautas para comunicarse con las niñas y los niños sin perder su atención
El lenguaje corporal, el tono de la voz, la claridad del mensaje y el espacio adecuado, son algunos aspectos que madres, padres y cuidadores deben tener en cuenta.
Una buena comunicación entre padres e hijos es esencial para construir una relación positiva y sólida en el hogar. El diálogo es el mecanismo más efectivo con el que cuentan los adultos, no solo para dar instrucciones y fijar normas y límites, sino también para conocer aquello que piensan y sienten las niñas, niños y adolescentes, comprender las razones que motivan sus comportamientos, corregir sus errores, resolver los conflictos y establecer acuerdos.
Sin embargo, cuando se trata de entablar una conversación con los menores de edad, algunos padres, madres y cuidadores se frustran e, incluso, terminan disgustados, ya sea porque no logran obtener su atención o porque la charla, al final, no da los frutos esperados. Por eso, se escuchan frases tan populares como “es que no me hace caso”, “le entra por un oído y le sale por el otro” o “uno le habla y quién sabe en qué está pensando”.
¿En qué estamos fallando? ¿estamos comunicándonos asertivamente con nuestros niños y niñas?
De acuerdo con Andrea León, subdirectora de adopciones de la Dirección de Protección del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), algunos padres esperan que sus hijos los escuchen sin antes haber establecido una conexión emocional y comunicativa con ellos.

Por su parte, Isabel Cristhina Bettín, psicóloga especializada en niños y adolescentes señala que “para hablar con un niño hay que ‘conectarse’ con él, acercarse de forma cariñosa y empática, de tal manera que sienta el interés y la cercanía del adulto”. Entonces, ¿cómo lograr esa conexión emocional de la que hablan las expertas? A continuación, varias pautas:
El lenguaje corporal también “habla”
Los psicólogos infantiles y de familia coinciden en que es esencial ponerse al nivel del niño de manera tal que se logre el contacto visual frente a frente y no de arriba abajo, como ocurre cuando los adultos se quedan de pie. “Cuando les hablamos desde nuestra altura ejercemos un poder físico que genera distancia”, sostiene Bettín. En lugar de ello, los expertos recomiendan sentarse a su lado o agacharse para estar a su altura y así crear proximidad y confianza. Tampoco se recomienda señalar a los niños con el dedo sino más bien tomarlos de la mano de forma suave y cariñosa.
A su vez, la funcionaria del ICBF señala la importancia de comprender que los niños no solo se expresan de forma verbal y que los padres deben estar atentos a sus conductas. “Los papás debemos ser unos muy buenos detectives para identificar lo que los niños nos quieren decir, para poder resolver, mediante el diálogo, cualquier tipo de conflicto”, añade León.
Captar su atención, el primer paso
La mejor forma de iniciar la conversación es acudir a preguntas que le demuestren al niño o a la niña que él o ella es importante. Andrea León, recomienda tener presentes cuáles son los intereses de los niños y con base en ellos iniciar el diálogo: si el niño está jugando podemos hacer preguntas como “¿a qué estás jugando?, ¿de qué se trata ese programa de tv?, o ¿cómo se llaman esos personajes?”. La apertura del diálogo también puede partir de preguntas relacionadas con su realidad cotidiana como “cuéntame ¿qué fue lo que más te gustó del colegio hoy?, ¿qué te hizo poner bravo? o ¿qué hiciste hoy con tus amigos?”. Ahora bien, en caso de que la niña o el niño esté distraído, la doctora León aconseja lograr el contacto visual a través del contacto físico suave.
Escucha activa y retroalimentación constructiva
“No podemos escuchar a un niño y seguir mirando el celular o lavando los platos. Los niños necesitan que los escuchemos de forma activa, empática y verdadera”, aclara Bettín. Una posición similar la tiene Annie de Acevedo, psicóloga y educadora experta en crianza, quien sostiene que, toda vez que los niños empiezan a contar sus experiencias, los padres deben demostrar un interés real en el relato. Esto se logra validando sus sentimientos a través de expresiones empáticas como, “me alegra mucho lo que me cuentas” o, “entiendo que estés triste”, y haciendo, a su vez, preguntas tipo “¿cómo te sentiste en ese momento?”,” ¿cómo lo podrías hacer mejor la próxima vez?”, etc.
Ahora bien, en caso de que se requiera hacer una retroalimentación, esta debe ser constructiva ayudándole al niño a encontrar la manera de resolver el conflicto y evitando a toda costa los señalamientos y los juicios de valor. “No debemos juzgar a los niños. Si ellos se sienten criticados abandonan inmediatamente la comunicación”, advierte Acevedo.
De igual forma, Andrea León, del ICBF, advierte que los padres no deben corregir sus hijos a través del maltrato físico o la violencia verbal porque, en lugar de una comunicación asertiva “lo que estarán promoviendo en el corazón de los niños es ira y sentimientos que implican un costo emocional alto para ser tramitados”.
No debemos juzgar a los niños. Si ellos se sienten criticados abandonan inmediatamente la comunicación
Sin embargo, cuando se trata de entablar una conversación con los menores de edad, algunos padres, madres y cuidadores se frustran e, incluso, terminan disgustados, ya sea porque no logran obtener su atención o porque la charla, al final, no da los frutos esperados. Por eso, se escuchan frases tan populares como “es que no me hace caso”, “le entra por un oído y le sale por el otro” o “uno le habla y quién sabe en qué está pensando”.
¿En qué estamos fallando? ¿estamos comunicándonos asertivamente con nuestros niños y niñas?
De acuerdo con Andrea León, subdirectora de adopciones de la Dirección de Protección del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), algunos padres esperan que sus hijos los escuchen sin antes haber establecido una conexión emocional y comunicativa con ellos.

Por su parte, Isabel Cristhina Bettín, psicóloga especializada en niños y adolescentes señala que “para hablar con un niño hay que ‘conectarse’ con él, acercarse de forma cariñosa y empática, de tal manera que sienta el interés y la cercanía del adulto”. Entonces, ¿cómo lograr esa conexión emocional de la que hablan las expertas? A continuación, varias pautas:
El lenguaje corporal también “habla”
Los psicólogos infantiles y de familia coinciden en que es esencial ponerse al nivel del niño de manera tal que se logre el contacto visual frente a frente y no de arriba abajo, como ocurre cuando los adultos se quedan de pie. “Cuando les hablamos desde nuestra altura ejercemos un poder físico que genera distancia”, sostiene Bettín. En lugar de ello, los expertos recomiendan sentarse a su lado o agacharse para estar a su altura y así crear proximidad y confianza. Tampoco se recomienda señalar a los niños con el dedo sino más bien tomarlos de la mano de forma suave y cariñosa.
A su vez, la funcionaria del ICBF señala la importancia de comprender que los niños no solo se expresan de forma verbal y que los padres deben estar atentos a sus conductas. “Los papás debemos ser unos muy buenos detectives para identificar lo que los niños nos quieren decir, para poder resolver, mediante el diálogo, cualquier tipo de conflicto”, añade León.
Captar su atención, el primer paso
La mejor forma de iniciar la conversación es acudir a preguntas que le demuestren al niño o a la niña que él o ella es importante. Andrea León, recomienda tener presentes cuáles son los intereses de los niños y con base en ellos iniciar el diálogo: si el niño está jugando podemos hacer preguntas como “¿a qué estás jugando?, ¿de qué se trata ese programa de tv?, o ¿cómo se llaman esos personajes?”. La apertura del diálogo también puede partir de preguntas relacionadas con su realidad cotidiana como “cuéntame ¿qué fue lo que más te gustó del colegio hoy?, ¿qué te hizo poner bravo? o ¿qué hiciste hoy con tus amigos?”. Ahora bien, en caso de que la niña o el niño esté distraído, la doctora León aconseja lograr el contacto visual a través del contacto físico suave.
Escucha activa y retroalimentación constructiva
“No podemos escuchar a un niño y seguir mirando el celular o lavando los platos. Los niños necesitan que los escuchemos de forma activa, empática y verdadera”, aclara Bettín. Una posición similar la tiene Annie de Acevedo, psicóloga y educadora experta en crianza, quien sostiene que, toda vez que los niños empiezan a contar sus experiencias, los padres deben demostrar un interés real en el relato. Esto se logra validando sus sentimientos a través de expresiones empáticas como, “me alegra mucho lo que me cuentas” o, “entiendo que estés triste”, y haciendo, a su vez, preguntas tipo “¿cómo te sentiste en ese momento?”,” ¿cómo lo podrías hacer mejor la próxima vez?”, etc.
Ahora bien, en caso de que se requiera hacer una retroalimentación, esta debe ser constructiva ayudándole al niño a encontrar la manera de resolver el conflicto y evitando a toda costa los señalamientos y los juicios de valor. “No debemos juzgar a los niños. Si ellos se sienten criticados abandonan inmediatamente la comunicación”, advierte Acevedo.
De igual forma, Andrea León, del ICBF, advierte que los padres no deben corregir sus hijos a través del maltrato físico o la violencia verbal porque, en lugar de una comunicación asertiva “lo que estarán promoviendo en el corazón de los niños es ira y sentimientos que implican un costo emocional alto para ser tramitados”.
No debemos juzgar a los niños. Si ellos se sienten criticados abandonan inmediatamente la comunicación
Contenido Complementario
El tono y el volumen de la voz, elementos esenciales
Usar un tono de voz y un volumen apropiado es otra de las estrategias para comunicarse efectivamente con los niños y niñas. Lo ideal es que el tono sea suave, cálido y cariñoso para generar confianza y seguridad. No obstante, si se requiere dar una instrucción o hacer un llamado de atención, la entonación de la voz puede variar para hacer énfasis en lo que se busca corregir o dejar claro. De acuerdo con León, uno de los errores que los padres cometen con mayor frecuencia es pensar que la autoridad y el respeto se consigue subiendo el volumen de la voz o endureciendo los gestos. Sin embargo, para la funcionaria del ICBF, esto ocurre en la medida en que padres y cuidadores puedan utilizar un tono de voz sereno, pero a la vez firme. Los gritos, por lo tanto, no funcionan porque el niño se asusta, se concentra en lo furioso que pueda estar el adulto y deja de prestar atención al mensaje.
El lenguaje: entre más sencillo, mejor
El lenguaje de los niños es concreto y así mismo se les debe hablar. “Debemos manejar siempre un lenguaje sencillo. De acuerdo con la edad del niño, es preciso tener presente que su lenguaje es concreto y que mi mensaje no lo debe juzgar”, recomienda León.
Si se trata de dar una instrucción, lo mejor será decirles exactamente lo que deben hacer. Resulta más efectivo indicar: “Recoge tus juguetes” en lugar de extender los argumentos a frases como “esta habitación está muy desordenada y tú no estás poniendo de tu parte, necesito que colabores más porque yo tengo mucho que hacer…”.
A la hora de corregir, es importante decirle al niño qué fue exactamente lo que hizo mal, sin arandelas ni exageraciones. Si rompió algo, basta con explicarle por qué estuvo mal y cómo tener más cuidado con los objetos. Por ningún motivo se le debe etiquetar como “necio”, “malo”, “destructor”, ni decirle expresiones generalizantes como “es que tú siempre dañas todo”, “estoy cansado de que no cuides las cosas”, o “todo lo que tocas lo destruyes”. Estas expresiones no solo constituyen maltrato verbal, sino que, además, impactan negativamente el concepto que los niños construyen de sí mismos, afectan su autoestima y hacen que terminen creyendo que realmente son así y no pueden cambiar.
El “No” no es una opción
De acuerdo con los psicólogos infantiles a los niños les cuesta entender y aceptar un “no” rotundo y sin explicaciones. Por eso, cada vez que sea necesario negarles algo, también hay que darles las razones de ese “no” y tratar de encontrar un punto de entendimiento a través de alternativas aceptables. Por ejemplo, “no te puedo dar el helado antes del almuerzo, pero te lo puedo dar después”. De esta forma, los adultos pueden ser más comprensibles con sus deseos y menos arbitrarios.

De otro lado, y de acuerdo con León, los padres y cuidadores deben dejar de pensar que, si les dan opciones a los niños, están cediendo poder lo cual hace que prevalezca el no: no puedes, no debes, no hagas. Por su parte, la psicóloga Isabel Cristhina Bettín sostiene que hay maneras de negociar con los niños en las que los padres no pierden el control de la situación y, a la vez, les dan la posibilidad de elegir dentro de unos límites. Por ejemplo, “te pones la chaqueta o te pones el saco”, “te vas a cepillar los dientes ya o dentro de cinco minutos”, etc.
Momentos y ánimos adecuados
Aunque cualquier ocasión es buena para comunicarse con los hijos, cuando se trata de corregir una conducta o resolver un conflicto hay que buscar los momentos oportunos y los espacios adecuados. Para abordar a los niños, tanto padres como cuidadores deben estar serenos y en calma. Por el contrario, dirigirse a ellos en un momento de ira o estrés perjudicará el acercamiento. Lo mismo aplica para los menores de edad: deben estar tranquilos para que sean receptivos al mensaje.
En cuanto a los espacios, lo ideal es elegir ambientes tranquilos, libres de distracciones. “Si se va a hacer una corrección, lo mejor es hacerlo en una zona privada donde niños y padres estén solos, y la televisión no esté prendida y no haya ruidos que interfieran la conversación”, puntualiza la experta en crianza Annie de Acevedo.
Usar un tono de voz y un volumen apropiado es otra de las estrategias para comunicarse efectivamente con los niños y niñas. Lo ideal es que el tono sea suave, cálido y cariñoso para generar confianza y seguridad. No obstante, si se requiere dar una instrucción o hacer un llamado de atención, la entonación de la voz puede variar para hacer énfasis en lo que se busca corregir o dejar claro. De acuerdo con León, uno de los errores que los padres cometen con mayor frecuencia es pensar que la autoridad y el respeto se consigue subiendo el volumen de la voz o endureciendo los gestos. Sin embargo, para la funcionaria del ICBF, esto ocurre en la medida en que padres y cuidadores puedan utilizar un tono de voz sereno, pero a la vez firme. Los gritos, por lo tanto, no funcionan porque el niño se asusta, se concentra en lo furioso que pueda estar el adulto y deja de prestar atención al mensaje.
El lenguaje: entre más sencillo, mejor
El lenguaje de los niños es concreto y así mismo se les debe hablar. “Debemos manejar siempre un lenguaje sencillo. De acuerdo con la edad del niño, es preciso tener presente que su lenguaje es concreto y que mi mensaje no lo debe juzgar”, recomienda León.
Si se trata de dar una instrucción, lo mejor será decirles exactamente lo que deben hacer. Resulta más efectivo indicar: “Recoge tus juguetes” en lugar de extender los argumentos a frases como “esta habitación está muy desordenada y tú no estás poniendo de tu parte, necesito que colabores más porque yo tengo mucho que hacer…”.
A la hora de corregir, es importante decirle al niño qué fue exactamente lo que hizo mal, sin arandelas ni exageraciones. Si rompió algo, basta con explicarle por qué estuvo mal y cómo tener más cuidado con los objetos. Por ningún motivo se le debe etiquetar como “necio”, “malo”, “destructor”, ni decirle expresiones generalizantes como “es que tú siempre dañas todo”, “estoy cansado de que no cuides las cosas”, o “todo lo que tocas lo destruyes”. Estas expresiones no solo constituyen maltrato verbal, sino que, además, impactan negativamente el concepto que los niños construyen de sí mismos, afectan su autoestima y hacen que terminen creyendo que realmente son así y no pueden cambiar.
El “No” no es una opción
De acuerdo con los psicólogos infantiles a los niños les cuesta entender y aceptar un “no” rotundo y sin explicaciones. Por eso, cada vez que sea necesario negarles algo, también hay que darles las razones de ese “no” y tratar de encontrar un punto de entendimiento a través de alternativas aceptables. Por ejemplo, “no te puedo dar el helado antes del almuerzo, pero te lo puedo dar después”. De esta forma, los adultos pueden ser más comprensibles con sus deseos y menos arbitrarios.

De otro lado, y de acuerdo con León, los padres y cuidadores deben dejar de pensar que, si les dan opciones a los niños, están cediendo poder lo cual hace que prevalezca el no: no puedes, no debes, no hagas. Por su parte, la psicóloga Isabel Cristhina Bettín sostiene que hay maneras de negociar con los niños en las que los padres no pierden el control de la situación y, a la vez, les dan la posibilidad de elegir dentro de unos límites. Por ejemplo, “te pones la chaqueta o te pones el saco”, “te vas a cepillar los dientes ya o dentro de cinco minutos”, etc.
Momentos y ánimos adecuados
Aunque cualquier ocasión es buena para comunicarse con los hijos, cuando se trata de corregir una conducta o resolver un conflicto hay que buscar los momentos oportunos y los espacios adecuados. Para abordar a los niños, tanto padres como cuidadores deben estar serenos y en calma. Por el contrario, dirigirse a ellos en un momento de ira o estrés perjudicará el acercamiento. Lo mismo aplica para los menores de edad: deben estar tranquilos para que sean receptivos al mensaje.
En cuanto a los espacios, lo ideal es elegir ambientes tranquilos, libres de distracciones. “Si se va a hacer una corrección, lo mejor es hacerlo en una zona privada donde niños y padres estén solos, y la televisión no esté prendida y no haya ruidos que interfieran la conversación”, puntualiza la experta en crianza Annie de Acevedo.


