
Marzo 9, 2020
¿Cómo establecer normas y límites eficaces? Siete características que deben cumplir para que los niños las acepten
Fomentar la participación de niñas y niños en la creación de las reglas en lugar de imponerlas, es una de las claves.
Las rutinas crean hábitos y los hábitos, poco a poco, fomentan la disciplina. De hecho, en cuestiones de crianza, las normas o pautas de conducta establecidas en el hogar, facilitan a madres, padres y cuidadores la formación de sus niñas y niños: el hecho de fijarles reglas desde temprana edad les permite a los más pequeños de la casa contar con una guía que los orienta acerca de lo que se puede o se debe hacer y lo que no. Es así como las reglas ordenan los comportamientos de las niñas y de los niños y les dan un marco de contención y de seguridad a la hora de actuar. Por lo tanto, una niña o un niño con normas y límites se siente más seguro y más feliz. En cambio, “un niño al que se le da vía libre a sus deseos es un niño muy ansioso y muy inseguro. Es un niño que siente que no tiene un piso que lo contiene y que va a tener mucha dificultad para relacionarse con el mundo social”, explica la psicóloga y psicoterapeuta especializada en niños y familias, María Carolina Sánchez-Thorín. ![]() De ahí, que sea tan importante establecer hábitos, rutinas, normas y límites desde la primera infancia. Si una niña o un niño desde muy pequeño sabe lo que tiene que hacer y sigue una rutina establecida dentro de unos límites que ya conoce, tendrá una mayor probabilidad de adoptar un buen comportamiento y de tomar mejores decisiones. Adicionalmente, las normas le permiten interiorizar valores como el compromiso, la responsabilidad, la solidaridad, la convivencia, la paciencia y la empatía. ¿Cuándo empezar a establecer normas y límites? El mejor momento para comenzar a establecer pautas de comportamiento se da en los primeros meses de vida, cuando la niña o el niño aún es un bebé. En esta etapa, es esencial desarrollar rutinas de alimentación, de higiene, de juego y de sueño, en horarios determinados y, en lo posible, fijos. “Estas rutinas no solo le generan al bebé estabilidad física porque regulan su sistema metabólico y nervioso, así como las demás funciones biológicas, sino que también lo regulan emocionalmente en la medida que le ofrecemos un contexto afectivo estable, lo que genera seguridad y tranquilidad”, explica Liliana Orjuela López, psicóloga clínica y referente técnica de prevención de violencia intrafamiliar del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). A medida que la niña o el niño va creciendo, estas rutinas se comienzan a transformar en hábitos de modo que, hacia los 2 años de edad, lo más seguro es que haya interiorizado unas normas y pautas de comportamiento como, por ejemplo, saber que después de cenar, a las 7 de la noche, hay que ponerse la pijama, cepillarse los dientes y prepararse para escuchar un cuento antes de dormir o que, después de jugar hay que recoger los juguetes y ponerlos en su lugar. La frecuencia y la constancia con la que se ejecuten estos hábitos promueve el establecimiento de normas.
Claves para fijar normas y límites Pese a la creación temprana de hábitos y rutinas, cuando llega el momento de hablar con las niñas y los niños sobre los comportamientos que se espera de ellos, algunas madres, padres y cuidadores no saben a ciencia cierta cómo establecer esos límites y normas de convivencia. Para facilitar ese proceso, te contamos cuáles son las características que deben cumplir las normas de modo que resulten más eficaces para que las niñas y los niños las acepten y cumplan con mayor facilidad.
No es lo mismo fijar normas y límites a un niño de 5 años que a un adolescente. Las normas deben estar adaptadas a la edad y al grado de madurez y autonomía de la niña o el niño y deben irse transformando en función de sus nuevas habilidades, de su capacidad de tomar decisiones y de las nuevas responsabilidades que puede ir asumiendo. Esto permite no solo crear normas justas y coherentes sin exigir más de lo que la niña o el niño están en capacidad de hacer lo que, además, les permite a las madres, padres y cuidadores tener expectativas acordes a las capacidades de sus niños.
De nada sirve que un adulto le diga a una niña o a un niño que cumpla una norma “porque sí y punto”, “porque aquí mando yo” o “porque en esta casa se hace lo que yo digo”. Es importante que el niño comprenda que las normas y los límites, tienen un sentido, parten del amor y buscan el bienestar y la protección. Esto le ayudará a desarrollar conciencia alrededor de la norma. “Desde que son pequeños a las niñas y a los niños hay que explicarles por qué se fija una norma, cuál es el objetivo de crearla, en qué contextos se aplica, por qué es importante cumplirla y qué pasa cuando se infringe. Hay que dejarle claro cómo esa regla o ese límite lo protege a él y a los demás miembros de la familia y que, además, se acuerda porque esto permite la sana convivencia y favorece las relaciones entre los miembros de una comunidad”, señala la psicóloga Sánchez-Thorín.
A la hora de establecer una norma, una regla o un límite las madres, padres y cuidadores deben asegurarse de utilizar un lenguaje claro, sencillo, concreto y comprensible, así como un tono de voz firme pero sereno. Por ejemplo, no basta con decir “pórtate bien” sino dar las instrucciones precisas: “en esta casa hablamos con calma y no gritamos”, “cada vez que termines de jugar vas a recoger tus juguetes”, “la ropa sucia la ponemos en este cesto”, “cuando crucemos la calle, me das la mano”, etc. En este sentido, hay que evitar las “cantaletas” y los “sermones” que solo hacen que la niña o el niño pierda fácilmente la atención y sienta molestia. Los niños necesitan saber, concretamente, que es lo que se debe y no se debe hacer, sin arandelas ni rodeos. Así mismo, la psicóloga infantil Isabel Cristina Bettin, advierte que, después de dar la instrucción o de negociar una norma, las madres, padres y cuidadores deben asegurarse de que el niño la comprendió y permitirle hacer las preguntas que desee, respondiendo a todas sus dudas e inquietudes.
De otro lado, es importante destacar los beneficios de cumplir las normas mediante expresiones como “si te vas a dormir a la hora que acordamos, descansarás mucho y tendrás más energía para jugar al día siguiente”. Adicionalmente, Liliana Orjuela, del ICBF, señala que es importante que, a la hora de establecer normas, límites, consecuencias y, en general, cuando se converse con los niños, no se les comuniquen mensajes que les generen sentimientos de temor, culpa, vergüenza o dolor emocional.
Durante el proceso de negociación de la norma, es esencial establecer también, de forma dialogada y participativa con las niñas y los niños, cuáles serán las consecuencias o las sanciones de su incumplimiento. Esto les permite conocer de manera anticipada lo qué ocurrirá si la infringen y les ayudará a autorregular su comportamiento. Así mismo, esas consecuencias o sanciones deben ser coherentes con la norma y deben partir de un principio restaurativo. “Aquí la palabra castigo debe ser reemplazada por la reparación activa. Hay padres que, por ejemplo, como castigo a un niño que le ha pegado a su hermanito, le impiden ver televisión por el resto de la tarde. Esto no tiene ninguna relación con la falta que cometió ni le permite al niño reflexionar sobre su acción. En lugar de eso, debemos decirle: “eso que tú hiciste, hizo sentir mal a tu hermanito. Entonces, vas a dedicar un tiempo de tu tarde a hacer que él se sienta mejor, vas a jugar con él o vas a ayudarle a organizar sus juguetes. Esto implica una renuncia porque el tiempo que tenía destinado a ver televisión ahora lo deberá dedicar a reparar un daño”, explica la psicóloga especialista en crianza, María Carolina Sánchez-Thorín. En este mismo sentido, la referente técnica de prevención de violencia intrafamiliar del ICBF, Liliana Orjuela López, enfatiza que si el niño incumplió la norma de jugar con balón dentro de la casa y rompió un jarrón o una porcelana, por mencionar un ejemplo, lo más lógico es que deba colaborar en la recogida de los pedazos, por supuesto, bajo la orientación de un adulto y, luego, generar una acción restaurativa, como ahorrar una parte de su mesada, para ayudar a comprar uno nuevo. Así mismo, la aplicación de la consecuencia debe ser inmediata y no esperar hasta que llegue la noche o al día siguiente, porque esto le resta a la niña o al niño la capacidad de reflexionar sobre lo sucedido y de hacer conexiones lógicas entre los hechos.
![]() Como siempre, el ejemplo y la coherencia de los adultos es clave para que las niñas y los niños cumplan las normas. Si el niño ve que los demás integrantes de la familia no siguen las reglas acordadas pensará que se trata solo de una imposición que recae sobre él y esto le generará resistencia y rechazo a las mismas. Por lo tanto, si se establece que mientras se come no se utilizan celulares, lo ideal es que ningún miembro del hogar lo haga por ninguna razón.
El cumplimiento de las normas no puede depender del estado de ánimo de los adultos, sino que deben aplicarse con firmeza y con respeto en todo momento y lugar. No es conveniente que unas veces se hagan valer y otras no, porque esto confunde a los niños. Por supuesto, hay momentos que requerirán cierto nivel de flexibilidad como lo son las temporadas de vacaciones, donde al niño se le puede permitir cierta libertad con respecto a su rutina diaria como levantarse o acostarse un poco más tarde. No obstante, en dichos casos, es necesario crear con el niño nuevos acuerdos adaptados al contexto. Así mismo, el niño debe tener claro qué es negociable y qué no. Los valores como, por ejemplo, decir siempre la verdad o tratar con respeto a los demás, no son negociables. |